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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

El futuro incierto de los jóvenes (i)

No parece ser demasiado halagüeño el presente de los jóvenes, pero el futuro tampoco. Antes de la "maldita crisis" resultaba relativamente fácil encontrar un trabajo (aún sin formación) con un salario satisfactorio (los mileuristas eran excepción), lo que posibilitaba la emancipación (con o sin pareja) sin excesivas dificultades (hipoteca incluida). Pero se produjo el crack. Se hizo añicos la estabilidad personal, familiar y laboral. El paro juvenil (16-30 años) llega a superar el 40%, el trabajo ofrecido (especialmente a los jóvenes sin oficio ni beneficio) se convirtió en precario (donde ser mileurista es un "casi" privilegio). Muchos de ellos no pudieron hacer frente a sus hipotecas y tuvieron que regresar al hogar familiar, donde se vivía (se vive) contando incluso con la pensión del abuelo. "Se habla del final de la crisis, pero en casa siguen viviendo hijos y nietos con mínimas expectativas de fundar una familia, tener un contrato de más de tres meses o ganar más de 766 euros" (Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto?, Joaquín Estefanía).

Se crea empleo pero ¿qué empleo? Lo más preocupante es que sigue siendo asignatura pendiente una política pública de empleo concretada en unos servicios públicos de empleo eficaces. Ni tan siquiera la garantía juvenil ha conseguido una mejora en un acceso normalizado en el mercado de trabajo. Según la EPA la forma más habitual de buscar trabajo entre los jóvenes de 16-34 años (el 41,7% de los 4,1 millones de jóvenes que tenía trabajo asalariado en 2016) fue (sigue siendo) a través de familiares, amigos o conocidos. Y los especialmente perjudicados/as fueron (y siguen siendo) los jóvenes con escasa (o nula) formación fruto del fracaso/abandono escolar, procedentes de segmentos sociales bajos sin redes sociales ni familiares "facilitadoras" de contactos. Y además, para mayor escarnio, los servicios públicos de empleo son un fracaso: el 88,5% de los que consiguieron una ocupación, o siguen en el paro, no tuvieron apoyo público para entrar en el mercado laboral.

Frente a tal situación la ministra Báñez acaba de anunciar un cheque de 430 euros mensuales para menores de 30 años que no estudian ni trabajan, vinculado a la obtención de un contrato de formación con una duración máxima de 18 meses. Esta medida es una derivada del "complemento salarial" recogida en el acuerdo de investidura de Mariano Rajoy que firmó Ciudadanos, que en un principio debía ser de 1.300 millones de euros y ha quedado en 500 euros sin ninguna queja por parte de Rivera y los suyos. La ministra quiere que este sea el primer paso para que los jóvenes con menor cualificación puedan adquirir una formación que les abra las puertas del mercado laboral, les sirva para acceder a una empresa y se puedan quedar en ella con un puesto fijo. Para lograrlo, el ministerio bonificará la conversión de estos contratos de formación en indefinidos, de modo que se reduzca el coste de la contratación. Para acceder a la ayuda, los parados tendrán que estar inscritos en el Plan de Garantía Juvenil, donde actualmente hay apuntadas en torno a 806.000 personas, de las cuales 206.000 tienen un contrato. Pero sólo el 4% de los "ninis" (64.599 jóvenes) encontrarán alivio en esta medida el primer año supuesto que son 1,6 millones los jóvenes menores de 30 jóvenes que no estudian ni trabajan y que viven en España (Panorama de la Educación 2016, OCDE).

En nuestra comunidad la problemática de los jóvenes, con algunas especificidades propias, es muy similar al expuesto a escala nacional. El Govern quiere apostar por la implantación de políticas públicas de empleo desde el ámbito de la conselleria de Trabajo, Comercio e Industria. El pacto (entre gobierno, patronales y sindicatos) por la competitividad, empleo y progreso social, incluye programas específicos de empleo-formación-contratación destinados a los jóvenes. La tarea es ambiciosa, pero no fácil. Los recursos económicos (haberlos, háylos) son necesarios, pero no suficientes. Es imprescindible una reforma profunda del SOIB, de sus servicios de información y acceso al empleo (en nuestro caso el juvenil), así como una remodelación (contenidos y metodología) de los cursos de formación. Habrá que seguir con atención la implantación de tales políticas activas de empleo.

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