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José Francisco Conrado de Villalonga

Macron, un politico ´cool´

Cualquiera pudo advertir en las noticias de televisión la sujeción, mejor dicho la coerción, que la mano de Donald Trump ejerció sobre la de Emanuel Macron al saludarse en la última cumbre de la OTAN, celebrada en Bruselas, el pasado 25 de mayo. Sorprendió la firmeza del joven y, aparentemente frágil, presidente francés ante la presión e intento de intimidación que el bovino presidente americano empleó al encontrarse con el jefe de Estado galo. Al ser preguntado, Macron, que como había resistido la extremada fuerza de Trump, contestó: "Hay que mostrar que no haremos concesiones, incluso simbólicamente o en pequeñas cosas". Parece ser, según comentaristas norteamericanos, que no fue del agrado de Trump que un presidente europeo se mantuviese tan firme ante él. El primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, en la recepción de dicha cumbre -ante todos los participantes y del propio fotógrafo- fue increíblemente apartado de un manotazo por Trump; quería salir en la fotografía y el primero de la línea. Al parecer estos son sus modos diplomáticos de hacer amigos, comprimiendo, empujando y apartando.

Francia -país al que creo conocer por razones profesionales-, es una gran nación, cansada de tantos años de pesimismo, harta de inmovilismo, de estancamiento económico, de falta de liderazgo, tiene ahora una nueva oportunidad, ha surgido un nuevo líder. ¿Quién es Emanuel Macron? Es un intelectual que se licenció en Filosofía, posee un profunda cultura literaria, relee frecuentemente Rojo y negro de Stendhal (publicada originalmente en 1830), obra que refleja la ambición de un joven francés por elevarse de la pobreza del seno de su nacimiento. Es un humanista graduado en la Escuela Nacional de Administración, la prestigiosa ENA, especialista en inversión bancaria, materia en la que trabajó en la Banca Rothschild. Es liberal en lo económico, defensor de la desrregulación y partidario de la Unión Europea. Está casado con Brigitte Trogueneux, 25 años mayor que él, cuestión esa en la que también ha dado una lección a quienes se inquieren por la diferencia de edad sin saber que la pasión no entiende de edades, es una fuerte historia de amor, que asume con naturalidad y no entra en explicaciones que nadie debería demandar, ni interesar.

Fue ministro con Hollande, gobierno del que salió para crear el nuevo partido En Marche que más tarde se ha llamado La Republique en Marche, formación política con la que intentará que Francia se ponga en funcionamiento, que comience a avanzar. Macron cuestiona a los partidos de derechas y de izquierdas, opciones políticas a las que considera superadas. Cree que han conducido a Francia a una situación de parálisis institucional y económica. Las diferencias entre unos partidos y otros han sido acentuadas en los últimos años por unos presidentes, Nicolás Sarkozy, autoritario y un ineficaz y demagógico Hollande. Como buen centrista que pretende ser quiere que se superen esas diferencias ya obsoletas y que el gobierno de Francia se ponga a trabajar de una vez y en serio.

El diario Le Monde de día 19 de mayo último explicaba detalladamente cómo se ha formado el nuevo gobierno, en él hay diez y ocho ministros, algunos menos que en los anteriores, y en el están presentes políticos de derechas, de izquierdas, de centro y de la sociedad civil. De derechas para economía y en función pública; socialistas en carteras de servicios públicos, dos radicales de izquierdas, y varias personalidades pertenecientes a la sociedad civil sin filiación política, pero muy consideradas en los respectivos sectores de los que proceden. Como dice Le Monde, " un subtil art de la synthèse", el equilibrio político está ahí. Ha formado un gobierno para cambiar Francia.

Dominique Moïsi, consejero del Instituto Montaigne, escribió sobre Macron: "El apretón de manos ha significado que alguien se pone en el campo de Trump y resiste", y el ensayista Frederic Martel ha dicho: "Por fin tenemos a alguien pragmático y eficaz, serio, glamuroso y con un toque cool. El soft power es justamente esto". Francia es una gran potencia por la que siento respeto y admiración y nos debe alegrar que se dé una oportunidad a la ilusión a la esperanza. Francia país colindante, muy próximo al nuestro, con el que hemos mantenido históricamente buenas relaciones culturales, cuidamos la reciprocidad política, no tenemos conflictos y desarrollamos unos intercambios comerciales muy satisfactorios. ¿Podría esta apuesta por un cambio en el fondo y en las formas, esta rebelión del electorado francés, esta revolución cool -fresca-, del cercano vecino ser referente para nuestro fatigado país, una nueva vía, un anhelo, una ilusión que nos saque del aburrimiento del hartazgo y del hastío político?

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