Diario de Mallorca

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Las peores pesadillas europeas tras el Brexit parecen esfumarse. Emmanuel Macron frenó la amenaza de una posible presidencia en manos de la ultraderecha y, aunque haya que esperar los resultados de la segunda vuelta, por supuesto, en la primera ha obtenido un resultado más que aceptable para una formación que ni siquiera existía hace un año y medio. La noticia amarga es la del hundimiento, se diría que definitivo, del Partido Socialista francés, relegado a la última posición de los resultados de las legislativas entre todos los partidos que cuentan. La derecha tradicional, la del Partido Republicano, aun obteniendo uno de los peores resultados de su historia reciente, se sitúa al menos en el segundo lugar en las preferencias de los votantes.

Es el signo de los nuevos tiempos. Los partidos que suben, y no sólo en Francia, intentan desligarse de las referencias de antes y se llaman cosas como Asociación para la Renovación de la Vida Política, que es el nombre oficial del ¡En Marcha! de Macron o, en España, Ciudadanos y Podemos. Parece como si cambiando el nombre se diese paso a novedades capaces de llevarnos a unas nuevas formas de hacer la política aunque, de momento, estén éstas por llegar. Los franceses han optado no por un partido de centro, que ni siquiera se sabe qué leyes puede proponer ¡En Marcha! de obtener suficientes escaños en la segunda vuelta, sino por un presidente que fue ministro de Hollande pero supo desligarse de su mentor para dar un mensaje diferente al de más que fracasado gobierno socialista.

El Reino Unido mantiene las formas de los partidos tradicionales, quizá porque la tradición es un valor aún presente en la sociedad británica, pero anda lejos de seguir las directrices que, a derecha e izquierda, pusieron al país al frente de una Europa ahora en dudas. Así que en las elecciones francesas no eran sólo nuestros vecinos galos los que se jugaban el futuro sino la Unión Europea en su conjunto. Habría sido difícil superar otro golpe como el que se avecinaba de haber ganado la eurófoba Le Pen.

? ¿Y España? Si dejamos de lado los sueños de grandeza imperial, nuestro país ha contado poco en Europa. Cierto es que la estrategia política de Mariano Rajoy nos libró de la pesadilla del rescate durante lo peor de la crisis económica pero esa misma manera de hacer las cosas tiene al reino de España como irrelevante y sometido a una de las peores situaciones políticas vividas desde la recuperación del Estado de Derecho. La absurda situación en la que andamos entre la amenaza soberanista de Cataluña y la falta de respuesta por parte del Gobierno es, junto con los innumerables casos de corrupción, el caldo de cultivo para un cambio. Pero está por ver que sea el PSOE el beneficiado tras la victoria de Pedro Sánchez y tampoco queda nada claro que ni Ciudadanos ni Unidos Podemos sean la solución. Con lo que las miradas de esperanza se vuelven hacia arriba, hacia los franceses. Al menos ellos han sabido lo que hay que hacer cuando las circunstancias rozan la catástrofe.

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