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"Compra europeo"

Como es conocido, el flamante presidente francés, Macron, ha lanzado el eslógan "compra europeo" para tratar de contrarrestar el proteccionismo que pretende imponer Trump en su país, que afectará gravemente al comercio mundial. La irritación de los europeos ante la actitud del presidente de EE UU se traduce en esta llamada, que -contra lo que parecería racional- ha elogiado incluso con matices la comisaria de la Competencia, la liberal Margrethe Vestager.

Parece obvio sin embargo que si somos partidarios del libre comercio, de la competencia global, del abatimiento de las fronteras políticas y comerciales, no podemos plegarnos al derrotismo que se desprende de las palabras del jefe del Estado francés. El retorno a la idea de la "fortaleza europea" supondría un grave perjuicio para un tercer mundo que sólo puede acceder a las tecnologías avanzadas si consigue vender sus materias primas, sus productos agrarios y sus manufacturas al norte desarrollado.

Lo que Europa debe exigir a cambio de la libertad mercantil es reciprocidad y respeto a los derechos humanos. El libre comercio sólo es fecundo cuando no hay dumping social (impulsado a menudo por los países ricos sin escrúpulos) y cuando las fronteras se mantienen abiertas en ambos sentidos. El consejo de Macron, en cambio, nos invita a regresar al pasado más arcaico y menos estimulante.

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