Diario de Mallorca

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Es harto probable que haya mucha gente lamentando el descenso del Mallorca a Segunda B -la tercera de las divisiones en que se jerarquiza el fútbol en España, aclaración hecha a beneficio de cualquier marciano a quien se le ocurra leer esta columna-. Es incluso posible que sean más los que se duelan por ese fracaso deportivo que por los problemas que se deriven de la sobrepoblación de la isla o de los conflictos medioambientales. Así que no cabe ignorar las cuitas deportivas con el argumento, elitista donde los haya, de que el fútbol es cuestión de gentes sin demasiada cabeza y mucha testosterona en el cuerpo. Incluso si fuese así, se trata de un fenómeno que gobierna buena parte de las emociones coincidentes a las que, en una muestra de hipérbole, llamamos colectivas. Sucede como con la memoria histórica -otra exageración notoria- y tal vez por las mismas razones. Ésas que llevan a sostener que el Barça es " més que un club", frase cuyo sentido más estricto no se le escapa a nadie.

Las grandes ciudades, como son Barcelona y Madrid, tienen un equipo no sólo en la Primera División del fútbol sino peleando por ganarla. Verdad es que nadie dice que el Madrid sea más que un club -aunque quizá lo piense- pero es que el nacionalismo, entendido como una suma de emociones y voluntades, no resulta simétrico. Por más que quienes veneran la corrección política sostengan, a la hora de criticar las posturas apasionadas del asunto nacional, que les repugnan todos los nacionalismos, sucede qie entre unos y otros se dan diferencias notorias. Pero el hecho de que las únicas banderas españolas que se exhiben con orgullo, incluso en Cataluña, ondeen cuando la selección de fútbol se apunta algún triunfo notable es algo que nos debería hacer pensar.

El Mallorca, el club de fútbol que lleva el nombre de la isla, tuvo momentos de gloria deportiva que es probable que coincidiesen con los momentos mejores de la historia reciente de esta tierra ahora tirando a maltrecha. Quizá no sea sólo una coincidencia que el equipo de fútbol caiga al infierno de Dante. Si se repasa la lista de sus presidentes y se compara con las noticias más inquietantes acerca de en qué nos hemos convertido es probable que las alarmas adquieran un significado más coherente.

Hay clubs de fútbol, como el Atlético de Madrid, que siguen generando pasiones incluso en los momentos peores. De hecho, la actitud de su directiva y de sus socios cuando bajó a la segunda división es toda una enciclopedia acerca de lo mejor que tiene el fútbol como elemento capaz de aglutinar voluntades. Papá ¿por qué somos del Atlético?, decía el anuncio que puso el club en aquellos tiempos amargos. Todo el mundo sabe por qué. ¿Sabemos por qué son del Mallorca quienes sienten sus colores como propios? Ojalá que la respuesta pudiese ser también que sí. A lo mejor eso querría decir que la isla, no sólo el club, podrá volver alguna vez a la Primera División.

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