Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

RITOS DE PASO

Barcelona 92

Volvíamos en el puente aéreo, quizás febrero de 1988, y nos tocó un Airbus grande, recién estrenado. Mi jefe de entonces y yo, habíamos triunfado en la presentación de una campaña publicitaria en la capital de las Españas. Estábamos contentos, yo especialmente, principiante entonces en aquellas lides. En los primeros asientos del avión coincidimos con el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, para el que también trabajábamos, y otras personas del del equipo organizador de los Juegos Olímpicos Barcelona 92. Se compartía alegría, buen humor, ganas de trabajar y nada de cansancio. Los malos rollos, que los hubo, se los tragaba cada cual o se depuraban en ámbitos muy íntimos. Me tocó un asiento solitario, lo que me permitió entregarme a la lectura y no tener que hablar con nadie durante el vuelo.

Todo fue bien hasta el aterrizaje. No sé si por impericia o por necesidad, me dio la sensación de que el piloto dejaba caer el avión sobre la pista a excesiva velocidad. El caso es que tuvo que frenar de manera brusca, lo que provocó que algunos compartimentos superiores para equipaje se abrieran. Uno de ellos el mío, del cual brotó sobre mi cabeza una enorme carpeta de plástico que me dejó aturdido. "Se le ha caído el convenio, lo siento" me dijo el sobrecargo que acudió en mi ayuda. No fue nada, ni un rasguño, pero sí un comezón extraño en medio de tanta alegría olímpica. Nunca supe de qué convenio se trataba, supongo que el de Iberia, pero aquel frenazo del piloto me despertó anticipadamente de un sueño y me puso en guardia frente a lo que estaba por venir. Puede decirse que todo lo que vino fue muy bueno, las mejores olimpiadas de la historia y demás. Sin embargo, después de un cuarto de siglo, las interpretaciones de aquel hito o no existen o responden al pesimismo cíclico que se instala en este país cada cierto tiempo. Barcelona 92 fue un éxito, se invirtió mucho dinero para mejorar las infraestructuras de la ciudad -de cada diez pesetas, solo una para equipamientos deportivos- Barcelona se abrió al mar y se convirtió en un modelo de transformación urbana para todo el mundo que se supo explotar. Pero el convenio había caído sobre mi cabeza, era un mal presagio. Creo que hay algunos fastos preparados para conmemorar Barcelona 92, pero ya no podrán contar con aquel alcalde saltarín, con su gabardina grande y su bigote: implantó un estilo político que se extinguió con él.

Compartir el artículo

stats