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Crónicas galantes

Sexagenarios al poder

Ana Obregón acaba de ser portada del Playboy a los 62 años: la misma edad que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Puede parecer una mera casualidad, pero qué va. Los sexagenarios abundan en el censo de población y, por tanto, resulta de lo más natural que tiendan a elegir a sus contemporáneos como referente. Ya sea en el gobierno, ya en lo que toca al patrón estético de las revistas.

Bien es cierto que esta tendencia no solo se da en España. Donald Trump, por ejemplo, ha llegado a la presidencia del mundo después de cumplir los setenta; pero es que los americanos nos llevan ventaja en todo. Incluyendo estos anecdóticos asuntos generacionales.

Las gentes de edad son una mina. Tienen plata en el pelo, oro en los dientes, piedras en los riñones, plomo en los pies y gas en el estómago, según un famoso inventario que hizo en su día Bárbara Johnson. Frente a esa reserva de minerales, los jóvenes están en desventaja, por muchas hormonas que le echen al asunto para compensar. Así se explica que los candidatos menos añosos no disfruten de oportunidades en las naciones de Occidente donde los mayores son amplia mayoría.

En España, sin ir más lejos, dos políticos mozos como Pablo Iglesias y Pedro Sánchez estuvieron en un tris de asaltar el gobierno hace cosa de un año, pero no pudo ser. Al final les superó el miedo a entrometerse en el terreno de los ancianos de la tribu, que sigue gobernada por el flemático Rajoy. Sabedor de que la veteranía es un grado, el presidente se limitó a esperar que la jefatura del Consejo de Ministros cayera de nuevo en sus manos por mera aplicación de la ley de gravedad generacional.

El mundo desarrollado se ha hecho mayor. Solo Francia, fiel a su tradición revolucionaria, ha tenido arrestos suficientes para elegir a un candidato como Emmanuel Macron, que todavía ejerce de treintañero. En los demás países, lo habitual es que el pueblo elija a gente de cierta edad para conducir sus negocios públicos. El club de los sesentones incluye a los principales dirigentes del mundo. El chino Xi Jinping, con 63; Vladimir Putin, con 64, nuestra estricta gobernanta Angela Merkel con 62; el japonés Shinzo Abe, con 61, y la británica Theresa May, que anda por los sesenta. Todo un senado que se corresponde, lógicamente, con la elevada edad media de la población en los países que cortan el bacalao mundial.

Cierto es que ya no se llevan los gobernantes de geriátrico como el alemán Konrad Adenauer, que emprendió su carrera cumplidos ya los sesenta y la prolongó hasta casi alcanzar la feliz condición de nonagenario. O como el presidente Joaquín Balaguer, que ya ciego y a los noventa seguía ejerciendo el poder en la República Dominicana. De Balaguer se dice que en cierta ocasión rechazó el obsequio de una de esas tortugas del trópico que superan fácilmente los cien años de vida. "Es que a estos animalitos se les coge mucho cariño", explicaba, "y, claro, cuando se mueren, te llevas un gran disgusto".

Con la excepción al alza de Trump, que ya pasa de los setenta aunque a veces parezca tener quince, la gobernación del planeta está en manos de sexagenarios en vísperas de la edad de jubilación. Se conoce que nos estamos haciendo mayores, como los Stones. Que ahí siguen, a los setenta y tantos, dando brincos en el escenario.

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