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Antonio Papell

Mociones de censura

La moción de censura es en la Constitución española de 1978 de las llamadas "constructivas", conforme al "modelo alemán". Debe ser impulsada por al menos la décima parte de los Diputados y habrá de incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno (artículo 113.2 de la Constitución). No puede abrirse, pues, un vacío de poder ya que el derrocamiento de un presidente del Gobierno ha de ser simultáneo a la entronización de otro nuevo por mayoría absoluta. Se colmó así una de las principales preocupaciones de los constituyentes, empeñados en que el relativo pluripartidismo que había de surgir de la ley electoral que habían pergeñado y que introduciría la proporcionalidad corregida mediante la ley d´Hondt no generara gran inestabilidad.

La realidad hasta ahora ha sido sin embargo distinta: las dos mociones presentadas hasta ahora, la de Felipe González contra Adolfo Suárez en 1980 y la de Antonio Hernández Mancha contra Felipe González, eran totalmente inviables porque no reunían apoyos suficientes. Su objetivo era el lucimiento del candidato, y en este sentido la primera sí resultó eficaz -la semidesconocida figura de González se potenció poderosamente-, en tanto la segunda también tuvo una utilidad seguramente no buscada: el final político de Hernández Mancha, un brillante abogado del Estado cuyas dotes acabaron impulsándole por otro camino.

Pablo Iglesias tampoco pretende derrocar a Rajoy, obviamente, porque no tiene modo de reunir los apoyos necesarios. Pedro Sánchez ya ha confirmado que no va a sumarse a esta aventura (ni a la moción que también se plantea en la Comunidad de Madrid), inscrita en el capítulo de publicidad y propaganda de Podemos, que pretende dotarse de un potente altavoz durante dos días y afianzar su vaporosa apuesta de oposición sistémica, que, de momento, no constituye opción alternativa ni puede servir de acompañamiento al PSOE porque el modelo portugués que tanto se habla necesita ingredientes bien distintos de los que Pablo Iglesias personifica.

La coyuntura es importante en este caso: según un trabajo de Carles Castro -"El futuro que duró un instante", La Vanguardia, 22 de mayo-, a primeros de abril, PP y Ciudadanos alcanzaban conjuntamente según el CIS la mayoría absoluta, pero los últimos escándalos, con el caso Lezo al frente, devolvían la situación al estadio anterior de simple minoría mayoritaria€ De cualquier modo, la alianza entre PSOE y Unidos Podemos, que sería indispensable en cualquier caso para formalizar un gobierno de izquierdas, se ha vuelto sencillamente impensable tras Vistalegre II, que ha confinado definitivamente a la organización de Pablo Iglesias en la extrema izquierda€ dejando por cierto un espacio muy amplio a disposición del PSOE, cuya ocupación depende de que este partido sepa recomponer la figura, superar la fractura, dar muestras de sensibilidad e inventiva bastantes para orquestar un programa inteligente, capaz de conciliar los condicionantes europeos con un nuevo contrato social aquí dentro que avance por el terreno de la igualdad, mitigue las consecuencias de las crisis y abra horizontes en el camino de una mayor productividad (pacto educativo, I+D, etc.). Todo ello, para recuperar la mayor parte de la clientela potencial de centro-izquierda, hoy dispersa entre el errejonismo, Ciudadanos, etc.

Compromís, que apoyaba la moción de Iglesias, le ha recomendado que se posponga la iniciativa hasta que el PSOE celebre su congreso y se reorganice€ Ello sugiere que las veleidades de Iglesias comienzan a generar desazón entre los suyos. Porque las operaciones políticas de marketing, la propaganda encubierta, la afición a épater les bourgeois que todavía caracterizan a Iglesias añadirán pocos votos a un partido que ha perdido todo atisbo de transversalidad y que ya no atrae a las muchedumbres de desesperados que, en plena crisis, pensaban que no tendrían nunca más una oportunidad. Hoy, sigue habiendo inequidad y la crisis sigue atenazando a muchos pero la situación ha mejorado lo bastante como para que haya que empezar a pensar en cambiar el lenguaje y los señuelos.

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