Diario de Mallorca

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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Fiestas para meter mano

"Tú que eres de allí, ¿qué pasa con los Sanfermines?" Confieso que yo misma me lo pregunté después de la enésima noticia sobre...

"Tú que eres de allí, ¿qué pasa con los Sanfermines?" Confieso que yo misma me lo pregunté después de la enésima noticia sobre la enésima agresión sexual a mujeres en las fiestas de Pamplona. No es lo mismo vivirlas con quince años que con cincuenta, ni hace treinta que ahora mismo. Recuerdo con claridad haber tenido que huir de espacios abarrotados para evitar el manoseo, o recibir algún insulto por rechazar a un baboso. "Pero qué borde eres, pero qué fea eres, venga, mujer, si es San Fermín". Teníamos las amigas códigos para ayudarnos a evitar situaciones comprometidas, y su punto número uno consistía en no dejar a ninguna sola ante el peligro.

Ahora reconozco con desazón que de forma natural salíamos a divertirnos con las alarmas encendidas, cosa que no les debía pasar a nuestros hermanos y colegas. Y que cuando sufríamos algún encontronazo desagradable lo dejábamos correr. De alguna manera habíamos asumido la certeza que un número indeterminado de hombres nos metería mano al fragor de la juerga. ¿Y el nivel de violencia? Un amigo periodista muy comprometido con la erradicación de las agresiones sexuales en los Sanfermines y con la reivindicación de la presencia femenina en las fiestas me dio la clave. Antes no se informaba de los casos de violencia machista hasta concluida la celebración, y ahora sí. Se protegía la fiesta patronal por encima de otras consideraciones, cuestión de imagen y de intereses económicos. Muy por el contrario, el año pasado se paró en seco el desmadre para protestar por la violación de una joven a manos de un grupo organizado de depredadores sexuales llegados a la capital navarra con el único propósito de delinquir. No solo el umbral de tolerancia de las mujeres ha cambiado, y ahora no dan por hecho como nosotras que ante el acoso solo cabe escapar por patas. El umbral de tolerancia social y de los gobernantes también ha subido, y ahora las víctimas se animan a denunciar de inmediato. Ahora existen. Se habla del problema como un problema, y del machismo como un riesgo para la seguridad de las mujeres. La dureza de la reacción y el rigor en la instrucción del caso de la autodenominada La Manada, los cinco detenidos por violar en grupo a la chica, es el mensaje preventivo más útil que se puede enviar.

Quienes preguntaban qué pasa con los Sanfermines, como si se tratase de algún tipo de contaminación atmosférica o del agua potable que solo afecta a Pamplona, pueden cuestionarse qué ocurrió la semana pasada en el Firó de Sóller. Una chica denunció ante la guardia civil que fue sometida a tocamientos por otro participante en la batalla de moros y cristianos. El presunto agresor fue arrestado y enviado a la cárcel, donde se le mantiene por la gravedad de la "intimidación" y "denigración" percibida en el relato de la víctima por el juez, quien asimismo resalta que el acusado no tiene conciencia de haber cometido un delito. Están buscando a otros tres hombres, otra manada, que participaron en el ataque. Casos en la Fallas, en Sant Joan de Ciutadella, en la feria de Málaga. Casos en cualquier celebración multitudinaria y convenientemente regada de alcohol, porque hay tipos que van de unas a otras para buscar víctimas en un ambiente propicio. Se acaba de poner en marcha en Mallorca una campaña por unas fiestas libres de violencia machista y tristemente hemos inaugurado el marcador. Reconforta ver que las mujeres jóvenes protegen su integridad con mayor conciencia de la que nosotras demostramos. Ya solo falta que los hombres asuman que embestir, acosar, sobar y besuquear a quien no desea contacto no es un factor de la fórmula para pasar una gran noche de verano, salvo que quieran acabar en la cárcel.

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