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PSOE: ¿Del desmayo al coma?

En las elecciones primarias de ese partido, hoy, se hace más difícil, a diferencia de lo sucedido en la confrontación francesa, aventurar un pronóstico: tanto por la relativa igualdad de partida entre dos de los tres contendientes como porque, en ambos casos, un porcentaje no despreciable de sus iniciales partidarios podría quedarse en casa por miedo a arrepentirse, dados los claroscuros de susanismo o sanchismo y que el debate del pasado lunes no contribuyó a despejar.

No estoy seguro de que alguno de ellos cumpla con los dos requisitos que, según Voltaire, se precisan para vencer: ser tonto y tener buenas maneras, así que persiste una incertidumbre que los avales conseguidos no han hecho sino acrecentar con excepción de Patxi López que, sin llegar a los 11.000, es sólo el bocado apetecido por uno y otra. Lo intentó deglutir Pedro Sánchez en su día, sin éxito, y lo ha anunciado Susana Díaz, que pospone la fagocitosis a un resultado favorable. Díaz, con 59.000 en cartera, sólo superó en unos seis mil los de Sánchez, y las diferencias entre las naciones (por remedar al segundo) de este país, únicamente permiten apreciar la distinta sensibilidad de algunas, con lengua propia, a favor de Pedro; en nuestras islas, el triple de avales que los conseguidos por Susana, multiplicados por siete en Cataluña (con los consiguientes recelos del aparato hacia el díscolo PSC y sus 14.000 votos potenciales) y casi por diez en Euskadi, a pesar de que ni tres ni tan solo un apellido vasco para mejor tirar de las filias.

La movilización, hasta aquí y en espera de lo que pueda ocurrir, ha superado con mucho la que aupó a Sánchez en 2014, lo que pudiera obedecer a la suma de temores y rabietas junto al obvio deseo, por parte de los dos y como apuntaba Unamuno, de triunfar para no morir, ya que sería puro voluntarismo atribuir a sus discursos, trufados de oportunismo y soterrados rencores (excluyo a Patxi por la serenidad que le aporta el saberse descartado de antemano), la decantación de la militancia en uno u otro sentido. Hemos asistido, en buena medida, al enfrentamiento entre el seguidismo (el "modelo de los notables", precisó Sánchez) que se atribuye a Susana, y ese nuevo partido que pretende abanderar Pedro tras una destitución, el pasado octubre, que le ha herido el ego y teñido -quizá en demasía- su discurso con eslóganes antipeperos ("tuvo que ser no" tras el conocido "No es no"; hay que rescatar al PSOE del PP€) que Díaz debe igualmente utilizar ("un PP tóxico e infame", repitió por tres veces durante el debate) para no abundar en el pactismo que su oponente le achaca.

Por lo demás, no es preciso leer entre líneas para aventurar que los mutuos reproches, rozando el desprecio, dificultarán desde mañana la confluencia de sus respectivas posiciones en un proyecto común por el que todos abogan, de modo que la progresión hacia el coma parece más que plausible sea quien fuere el ganador. Porque si Sánchez hubo de tragarse que "tu problema, Pedro, no soy yo. Eres Tú", o "no se puede tener una visión distinta cada día de la semana", en contrapartida Sánchez le recitó el listado de contradicciones que tenía memorizado, dando razón, una y otro, al certero análisis de López: "En lugar de enfrentarnos a la derecha, lo hacemos entre nosotros".

Han andado los dos a la búsqueda urgente de una redefinición que propiciara credibilidad frente a sus correligionarios y recuperase esa identidad ideológica que mutuamente se acusan de haber traicionado: por no oponerse en su día a la abstención frente al PP, en el caso de Susana, y por las derivas a conveniencia de Pedro o el coqueteo con el "partisano Iglesias" -como le llamó no hace mucho el periodista Enric Juliana- aunque, en los últimos tiempos haya marcado distancias ("defiendo un proyecto reformista, no rupturista"), tal vez por tacticismo y de ese modo atraer a una parte de los afines a Díaz. Y si los más optimistas pudieran argüir, remedando a Heráclito, que todo proviene de las discordia y sin contrarios no es posible el progreso, lo que se antoja inevitable es la frustración de un perdedor con quien no será fácil transitar el próximo futuro bajo las mismas siglas. Y me gustaría verle la cara, sea quien sea, al decirle, de tener ocasión, lo que un militar a su oponente en la partida de ajedrez que describe el escritor Nooteboom en Una canción del ser y la apariencia: "Ganar no es nada. Perder es vivir".

No es desatinado adscribir lo que viene sucediendo en el PSOE a una crisis que afecta a la socialdemocracia en buena parte de Europa: Grecia u Holanda, Hamon en Francia o Corbyn por lo que respecta al laborismo inglés... ¿Inoperancia de los líderes o acaso el modelo que venían propugnando ha quedado obsoleto frente al neoliberalismo o incluso una ultraderecha pujante? Sea como fuere, las graves disensiones internas de este partido no tienen visos de remansarse sea cual sea el resultado de hoy, de modo que son más que probables nuevos dimes y diretes en el congreso federal que ha de celebrarse el próximo mes, con lo que se allanaría un poco más el camino hacia la irrelevancia. Habrá que esperar y ver, aunque salvarse en el fracaso, como propugnaba en su día Fernando Aramburu, no parezca en política una buena solución.

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