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Pactos con apestados

No hace tanto tiempo, los pactos con las formaciones independentistas eran considerados una verdadera felonía, impropia de un partido democrático, ya que la pretensión de "romper España" resultaba inhabilitante. Eran los tiempos, ¿recuerdan?, en que buscábamos una fórmula de estabilidad gubernamental, que debía lograrse sin el concurso del PDeCAT, ni mucho menos de ERC.

Ahora, sin embargo, la exigua mayoría gubernamental no tiene al menor empacho en pactar con PDeCAT el decreto ley sobre la estiba. De paso, ha quedado de manifiesto cierta subrepticia complicidad inconfesable en el caso Palau, tendente a evitar que el partido sucesor de CDC tenga que reponer los seis millones largos de euros que se desviaron hacia sus arcas a lo largo de aquella indecente confabulación (por fortuna, la Justicia se ha percatado de la indecencia y la ha frustrado).

Todas estas retractaciones, algunas jocosas, otras indignantes, contribuyen a mantener el descrédito de lo público en general y de los partidos políticos en particular que degrada nuestra democracia. Aquí se grita más que se razona, se gesticula más que se reflexiona, se insulta más que se negocia, se juega al escondite más que se conduce amorosamente el país. ¡Y después sorprende que surjan la irritación y el populismo!

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