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Jose Jaume

Sa Feixina, herencia del mandato de Aina Calvo

la pusilanimidad, cobardía política, de la alcaldesa Aina Calvo, se debe que el monolito de sa Feixina siga proyectando su ominosa estructura sobre una de las zonas más reconocidas de Palma. Calvo no quiso derribarlo; consideró suficiente despojarlo de determinados aditamentos, que hasta para sus considerables tragaderas eran indigeribles, y añadir una baranda metálica en la que agudizando la vista consigues enterarte, más o menos, de que el monolitó se levantó a causa de una guerra precedida de un golpe de estado. Eso si se poseen unos someros conocimientos de historia contemporánea de España.

No es sorprendente que ahora Calvo quiera que el domingo gane Susana Díaz. Un PSOE fondeado en el puerto de las derechas colma su trayectoria pública, en la que siempre imperó el amagar y no dar. Cuando concurrió a las primarias para dirigir el PSOE balear enfrentándose a Armengol exhibió un completo muestrario de lo que no debe de hacerse o de lo que se ha de llevar a cabo para fracasar. Lo hizo con estrépito.

En sa Feixina tenemos en pie el mamotreto fascista porque Calvo quiso que así aconteciera, pero lo que interesa es saber si continuará la afrenta. Las distintas derechas, incluidas las nostálgicas de que cualquier tiempo pasado fue mejor, incluyendo al franquismo, acompañadas de sorprendentes y recalcitrantes tontos útiles, vuelven a clamar demandando la definitiva protección del monolito, casi tan ofensivo como lo es el Valle de los Caídos. El pedrusco de sa Feixina, recordémoslo, se materializó porque el partido fascista Falange Española organizó en los año cuarenta, acabada la Guerra de España, una parodia de cuestación popular, en la que quien no colaboraba era señalado como desafecto al régimen. El miedo obligaba. Lo inauguró el general Franco. El dictador, con su aflautada y ridícula voz, peroraba siempre de los "mártires de la cruzada", las zarandajas habituales con las que se revestía el golpe de Estado que desencadenó la guerra.

Esas derechas se han apresurado a felicitarse de que un informe jurídico, emitido por el abogado del departamento de Patrimonio del Consell de Mallorca, respalde la permanencia del monolito basándose en que hay que evitar males mayores en el supuesto de que una vez derribado, se estime que debiera haberse conservado. Simplificando, un informe en el que la matriz ideológica del emisor hace de inmediato cumplido acto de presencia. Ha sido suficiente para que se haya desencadenado un nuevo zafarrancho de combate, apareciendo hasta mesas de recogidas de firmas, pastoreadas por señoras de buena condición y mejor clase, instando al Ayuntamiento a proteger sa Feixina. Lo hilarante es que en la mesas petitorias se vean carteles en los que se lee que la permanencia del monolito es imperativo para apuntalar la reconciliación. Hay que convenir que el concepto ofrece interpretaciones que entran de lleno en la posverdad, la que velozmente se está adueñando del espacio público.

Por una vez seamos claros: el monolito de sa Feixina es piedra fascista. Que la mayoría no lo sepa no lo exime de ser lo que es. La derecha no quiere derribarlo, porque sigue sintiéndose heredera de un tiempo en el que campó a sus anchas. No consiente que se haga nada contra su voluntad.

En cuanto a la izquierda, y a la espera de que Aina Calvo decida retornar a la primera línea política, se ha comprometido hasta tal punto en que desaparezca ese recuerdo del fascismo, que o bien lo consigue o arrostrará una nueva decepción a las considerables que viene acumulando. Y si se derriba, que se haga con publicidad, no solapadamente, al modo en el que Calvo, otra vez ella, eliminó la cruz de la victoria, el madero que estuvo plantado a la vera de la Seo. La que otra alcaldesa, Catalina Cirer, de penosa gestión, protegió con celo.

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