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El Sánchez de Montecristo

"El día 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Garde hizo la señal de haber divisado los tres mástiles del bergantín Faraón, procedente de Esmirna, Trieste y Nápoles". Es el comienzo de una de las más grandes historias que ha contado el ser humano: la de Edmundo Dantés, más conocido como El conde de Montecristo. Como en todos los grandes clásicos, encontramos un fiel retrato de las pasiones humanas. Por eso se repiten. Ése es precisamente el motivo por el que -una vez leídos- hay otras historias que nos recuerdan a ellos. Tal vez porque el ser humano siempre es el mismo.

Para quienes no la hayan disfrutado todavía, trataré de resumirles lo que le ocurre a Edmundo al llegar a puerto. Básicamente, es privado de su libertad de manera injusta -una acusación falsa relacionada con el poder siempre ha dado muy buenos resultados a los malos- por la envidia de algunos de sus contemporáneos, uno de los cuales se casa con su amada. Cuando está preso, conoce a su gran maestro. Además de hacerle depositario de una gran Cultura -así, en mayúsculas, como sinónimo de conocimiento, esfuerzo de asimilación y criterios de juicio- le hace heredero también de un gran tesoro. Una riqueza que aprovecha Dantés para vengarse, uno a uno, de quienes fueron injustos con él, arrebatándole todos sus sueños. Una biografía que se convierte en una excusa para tratar temas como la justicia, la venganza y el perdón. Y para que Dumas diera vida a uno de mis héroes favoritos.

Y -¿qué quieren que les diga?- a unos pocos días de las primarias que decidirán sin duda el futuro del PSOE -y probablemente de la izquierda en España- he recordado a Dantés viendo a Pedro Sánchez. Una caída a los infiernos seguida del resurgir del ave fénix. Salvando las distancias, tampoco vayamos a olvidar que ha sido el candidato y el secretario general del PSOE de los 85 diputados: el peor resultado de su historia. Ni a pasar por alto la negativa a dimitir y a asumir como propia esa responsabilidad.

Pero al menos no es no. Como mínimo en eso ha quedado ante sus votantes como un hombre que tiene algo difícil de encontrar en política hoy en día: palabra. Otra cosa es la cerrazón al diálogo entre interlocutores válidos o la necesidad de aceptar un mejor resultado en las urnas del adversario político -que no debería ser enemigo-. El caso es que la negativa a permitir la investidura de Rajoy le costó la secretaría general. Y fue entonces cuando comenzó su caída voluntaria. Renunció a su escaño de diputado para reconquistar desde abajo lo que consideraba que se le había arrebatado injustamente. Y lo ha hecho renunciando a la exposición mediática que le habría brindado el Congreso, cogiendo su coche para recorrer España y dar mítines subido a las mesas del bar. Y, oigan, de esta guisa ha conseguido quedarse a sólo seis mil avales de Susana Díaz, que ha contado con el apoyo del aparato del partido. La primera de las venganzas dignas de Montecristo ha sido con Javier Fernández, presidente de la gestora: Sánchez sacó más avales que nadie en su feudo, Asturias.

Y ojito con lo que vaya a pasar en Cataluña. O en el País Vasco y otros territorios con el "voto útil" que se le arañe a Patxi López. Una puede intuir que la mayoría de los avalistas de Sánchez le votarán. No parece tan clara esa extrapolación en el caso de Díaz. Los avales se otorgan con nombres y apellidos. Es fácil adivinar qué ocurre si te los pide el jefe en la Junta andaluza, por ejemplo. Otra cosa es el voto secreto y anónimo. Veremos qué pasa, que ni yo ni las encuestas tenemos bola de cristal alguna. Aunque seguimos haciéndoles caso como si fuéramos a hacer lo mismo con un doctor que nos diagnosticara reiteradamente anginas cuando tenemos un cólico.

Los afiliados socialistas decidirán si Edmundo Sánchez completa su venganza. Probablemente los socialistas no tengan opciones serias de gobernar sin unos buenos resultados en Cataluña y el País Vasco, donde su votante hace tiempo que migró a otras opciones -es lo que tiene cambiar de discurso según el territorio: cuando las cosas se ponen serias la credibilidad se resiente-. Andalucía dará muchos sufragios en las primarias -un hombre, un voto-, pero en las elecciones las circunscripciones corrigen esos resultados. Andalucía no basta. La encrucijada no es fácil, como no lo es la situación de los socialistas en muchos países de Europa -los casos de Francia o Grecia eran impensables hace sólo una década-. Aquí tienen la suerte de que la alternativa se dedica a hacer pines y sacar autobuses para denunciar que la élite se conoce. Y cenan juntos. Olvidando que ya no están en las asambleas de Sol, sino que tienen 71 diputados, de los que se espera algo más que conatos de moción de censura. Será interesante ver qué ocurre en Balears en unas primarias que han dividido el partido y cómo el resultado condiciona la política de este país. Mientras tanto, lean a Dumas.

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