Siempre me ha llamado mucho la atención la atracción hipnótica que las burbujas de jabón ejercen sobre los niños. Es ver una burbuja y correr a palmear para reventarla. Los humanos somos especialistas en crear burbujas. Espacios delimitados de los que es muy difícil entrar o salir. Palabras como acoso, pobreza o salud mental seguro que nos suenan a burbuja.

No es fácil reventar burbujas, sobre todo porque algunas suben muy alto y son difíciles de alcanzar. El hospital psiquiátrico de Palma es una de esas burbujas de larga trayectoria. Hace más de cien años que se colocó su primera piedra y desde entonces ha pasado por muchas fases. Seguramente, la más importante fue la desinstitucionalización de finales de los años 80 y principios de los 90, en la que se apostó claramente y de forma valiente por crear recursos comunitarios donde atender a las personas que padecían una enfermedad mental.

Pero a pesar de la evolución, la burbuja no reventó y sigue instalada en las alturas del centro de Palma. La mayoría de personas de la ciudad nunca ha conocido las instalaciones de este hospital. Sigue manteniéndose un halo de tabú construido en gran medida por el estigma que suponen las enfermedades mentales.

Ahora, después de años de abandono, el Servei de Salut y la Conselleria se han atrevido a mirar cara a cara las graves deficiencias del hospital psiquiátrico. Y mirar cara a cara significa tomar conciencia, y tomar conciencia significa buscar soluciones. Se acaba de aprobar un plan de inversión de más de cuatro millones de euros para realizar una reforma integral de dos de los pabellones más afectados y parte de un tercero. Inversión que va a permitir no sólo modelar espacios sino dar un uso más aperturista. La creación de una Unidad de Patología dual, la de Trastornos de la Conducta asociado a Demencia o la de trastornos graves de la personalidad son ejemplos de ello.

Para alcanzar burbujas antiguas uno tiene que poder escalar más alto. Y escalar más alto en el caso que nos ocupa es tener de nuevo la valentía de mirar de forma diferente antiguas estructuras. Antiguos funcionamientos. Descubrir nuevas posibilidades. Pienso que esta revolución debe partir de nosotros, los profesionales de la salud mental. Somos nosotros quienes debemos liderar los cambios desde la escucha asertiva y empática, pero de forma consensuada y ordenada, para que no se desmorone la estructura que construyamos.

Como psiquiatra y coordinador autonómico de Salud Mental muestro mi mayor gratitud a todos los profesionales (más de 150) que se han mostrado ilusionados en participar en la elaboración de un plan estratégico de salud mental para nuestras islas, en el cual, como no podía ser de otra forma, se ha abordado la reorientación de los recursos del hospital psiquiátrico.

Padecer una enfermedad mental grave no es sinónimo de envejecer dentro de una burbuja construida con el jabón del estigma. Pensamos que uno debe envejecer con su familia o en recursos residenciales comunitarios adecuados.

Pensamos que debemos reorientar recursos y espacios del hospital psiquiátrico hacia dispositivos cada vez más ambulatorios. Pensamos que los muros del hospital psiquiátrico deben hacerse más porosos y dejar entrar aire fresco.

Buen ejemplo de ello es el equipo de atención asertivo comunitario, activo desde hace tres años, con una plantilla reforzada recientemente y situado dentro del recinto del hospital; su funcionamiento se basa en que los profesionales atienden a las personas en su entorno familiar y comunitario. Es decir, el hospital se abre y entiende que hay muchas necesidades más allá de los muros del Camí de Jesús.

Palmeemos y reventemos burbujas, pero hagámoslo sin atropellarnos y manteniendo la visión global de un cielo sin burbujas.

* Psiquiatra, coordinador autonómico de Salud Mental