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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

¿Más dinero para la OTAN?

Escriben medios germanos que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, coincide con el presidente Donald Trump en que los aliados deben inyectar más dinero en la OTAN para que ésta pueda estar a la altura de sus nuevos compromisos. Desde que llegó a la Casa Blanca, el presidente republicano insiste en que los aliados pagan poco por los servicios de protección que les presta Estados Unidos y les exige aumentar su contribución hasta el 2% de su PIB, como en su día acordaron. Y el socialdemócrata Stoltenberg parece haberse puesto al servicio de Trump recorriendo las capitales europeas en solicitud de nuevos fondos con la vista puesta en la ya próxima cumbre de la Alianza en Bruselas. Olvidado el "dividendo de paz" que un día nos prometieron y con la anexión rusa de Crimea y la amenaza del Estado Islámico como principales argumentos, ese inverosímil tándem reclama más gasto militar.

Stoltenberg niega que se trate sólo de complacer a Trump y recuerda que es lo que prometieron los jefes de Estado y de Gobierno en la cumbre que celebraron en Gales en septiembre de 2014, es decir antes de que ése llegara a la Casa Blanca. Que prometieron y están todavía lejos de cumplir, si se exceptúa a Gran Bretaña (un 2,2% del PIB en gasto militar), aunque se fijaron entonces un plazo de diez años para ello.

Alemania, principal potencia económica europea, invirtió el año pasado en defensa un 1,2%, más en cualquier caso que Italia (1,1%) o Canadá (1%), pero menos que Francia (1,8%). Los alemanes pretenden que a la hora de calcular el esfuerzo de cada país no se mida simplemente el gasto militar, sino también las actividades sobre el terreno: por ejemplo, los despliegue de tropas y armamento. Estados Unidos desea que los europeos se impliquen más en la lucha contra el Estado Islámico, a la que Berlín ya contribuye, por ejemplo, con Tornados para el reconocimiento aéreo. Pero hay resistencias en Alemania a una mayor implicación en ese frente porque no se quiere presentar la lucha contra los yihadistas como una nueva cruzada de Occidente contra el Islam.

Y está por otro lado el conflicto occidental con Rusia a propósito de la ocupación rusa de Crimea, que, lejos de calmarse, es aprovechado por muchos, que parecen echar de menos la era de la guerra fía. ¿No fue miope, se pregunta el profesor Andreas Steininger en el número cuatro de la revista mensual Cicero, negociar durante cinco años con un país -Ucrania- que se sabía claramente dividido en sus lealtades un tratado de asociación sin tener en cuenta a Moscú?

Porque los rusos podían sospechar perfectamente que el objetivo último era el ingreso de una república más de la antigua URSS en la Unión Europea como paso previo a su incorporación a la OTAN. Los gobiernos occidentales acusan a Moscú de pensar en esferas de influencia, pero ¿acaso no hace lo mismo Estados Unidos? En vista de la amenaza yihadista y cuando ya no existen los bloques ideológicos y sólo los comerciales o económicos, ¿no es hora de pensar en una nueva distensión, de que hable otra vez la diplomacia y callen las armas?

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