De los 7.500 millones de personas que habitamos el mundo, unos 800 millones mueren anualmente por hambre. Esto se da principalmente en África: Namibia, Zambia, República Centro Africana; Oriente Próximo: Yemen; Latinoamérica: Haití; Asia, La India, Corea del Norte. De estos 800 millones que mueren por hambre anualmente, 780 corresponden a los países subdesarrollados y 20 millones a los países ricos.

Todos estos datos y los que destacaré en este artículo se pueden obtener en Internet, cuyos datos aún no he podido entender como están en lo que se llama la " nube", pero he querido destacarlos para que sean reflexionados por los lectores, pues en un mundo como el que vivimos es impresionante que se pueda comprobar como, anualmente, fallecen 800 millones de personas por razón del hambre. Sus causas son diversas: la deuda externa de los países pobres; la injusta relación Norte y Sur; la corrupción de algunos líderes de los países africanos; e incluso el cambio climático de la tierra; lugares en los que se podía sembrar, actualmente debido a la sequía no se puede y, por tanto no hay recolección de granos y otros alimentos.

Pero, si cambiamos de tema, resulta que un tercio de los alimentos que consumimos se desperdician.

Así los alimentos que no consumimos en nuestras casas como sobras en los platos o que no son conservados más tiempo en las neveras, se tiran a la basura.

Los supermercados y los restaurantes tiran a la basura lo que no venden durante el día. En Internet se puede comprobar este hecho y también las críticas de que son objeto, pues resulta inmoral desperdiciar la comida diaria que no se vende, en vez de donarla a quien la necesita. En EE.UU. esta práctica esta más extendida que en España y el centro de Europa. En España 2 millones de personas pasan hambre, por lo que no se puede entender que se destruya la comida que no se ha vendido durante el día.

Yo por mi parte también considero no tan solo injusto tal hecho sino también inmoral. Contra la solidaridad que debe presidir toda nuestra relación social. No lo digo desde un punto de vista religioso sino social. Espero se dicte alguna norma que impida la destrucción de la comida.

*Abogado, exdecano Ilustre Colegio Abogados de las Illes Balears