El hospital psiquiátrico de Palma ha pasado por diversas fases a lo largo de su historia. Desde el antiguo manicomio hemos llegado a una institución, con profesionales formados y comprometidos, centrada en procurar la atención y las terapias necesarias para que los pacientes de salud mental puedan reincorporarse a la sociedad.

Hace unas semanas hemos conocido que en terrenos del psiquiátrico van a llevarse a cabo obras por un importe de más de 9 millones de euros. Allí se va a construir un centro de salud, Bons Aires, que vendrá a dar cobertura a la población atendida actualmente por el centro de salud del Escorxador y, de manera temporal, a los pacientes de Camp Redó. Hasta aquí, más o menos bien (hay objeciones al proyecto pero podemos hablar de ellas otro día).

Lo que no está nada bien es que esta semana hay un grupo de profesionales encerrados para reclamar mejores condiciones para los pacientes. Concretamente son trabajadores del club social. Los expertos en patologías de salud mental, así como la evidencia científica, indican que el tratamiento de salud mental pasa por el uso de fármacos, terapia psicológica individual o grupal, además de actividades sociales que permitan motivar a estos pacientes, hacerles salir de su rutina habitual y que se reincorporen a la sociedad de forma progresiva. Hagamos un paralelismo con un tipo de paciente nada estigmatizado. Nadie pone en duda que los pacientes de traumatología permanezcan ingresados al tiempo que van unas horas a recibir tratamiento de fisioterapia. Pues los pacientes de salud mental, en función de su situación, han de acudir a estos "clubes sociales" para trabajar habilidades pertenecientes a aquellas esferas relacionales y sociales que tienen afectadas y que son imprescindibles para su mejora o eventual curación.

El estado del espacio destinado a que los pacientes psiquiátricos realicen estas actividades es lamentable. Lo hemos podido ver en reportajes en cadenas de televisión y en prensa. A ello se ha unido la retirada de productos básicos que actúan como "gancho" para motivar a estos usuarios a salir de sus habitaciones y participar en las actividades programadas. Eso sí, se han colocado máquinas dispensadoras, cual sala de espera de urgencias. ¿Alguien se ha parado a pensar en que son pacientes que en muchas ocasiones disponen de unos ingresos mínimos? ¿Que es éste el único lugar donde tener una experiencia agradable? ¿Somos realmente conscientes de lo que significa la enfermedad mental? Parece que no.

La dirección del IBSalut y la Consellera deben plantearse si, habiendo incrementado el presupuesto de sanidad en más de cien millones de euros, no hay unos pocos miles de euros para llevar a cabo las obras necesarias y proporcionar unas condiciones dignas a estos pacientes. Los partidos progresistas deben atender especialmente a las personas más vulnerables: pues bien, la salud mental siempre fue la hermana pobre de la sanidad y sus pacientes los más desatendidos.

Gobernar es tomar decisiones. Decidan pues atender adecuadamente a estos pacientes, a sus familias y a los profesionales que les cuidan. Hacen falta obras y una reorientación de las políticas que se llevan a cabo en la institución. No conviertan el hospital psiquiátrico en un párking de pacientes de salud mental.

*Secretaria general de Podem Palma y regidora de Sanidad y Consumo en Cort