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Antonio Papell

Francia, la tercera vuelta

El sistema presidencialista francés se caracteriza por la elección directa del presidente de la República, que es parte activa del poder ejecutivo porque posee el ascendiente que le otorga el explícito sufragio popular. Hasta el año 2000, el mandato presidencial duraba siete años y el parlamentario, cinco, lo que había dado lugar a desfases que provocaron tres 'cohabitaciones', es decir, periodos en que el presidente de la República era de un determinado signo político y el parlamento tenía una mayoría ideológicamente distinta. En concreto, el socialista Mitterrand tuvo que nombrar primeros ministros conservadores en 1986 (Chirac) y 1993 (Balladur), y el propio Chirac, ya presidente de la República desde 1995, no tuvo más remedio que designar primer ministro al socialista Jospin en 1997.

La cohabitación no fue productiva ya que en muchas ocasiones derivó en parálisis; el presidente terminaba vetando las iniciativas parlamentarias que no le agradaban y viceversa, por lo que se procedió a una drástica reforma del modelo: se recortaría el mandato presidencial a cinco años y las elecciones legislativas tendrían lugar un mes después de las presidenciales; es lo que se denomina "la tercera vuelta" en la jerga política y mediática. De este modo, se suponía que el electorado se comportaría de forma semejante en las dos consultas contiguas.

La reforma ha funcionado en líneas generales, ya que hasta este pasado domingo la estructura nuclear del sistema francés de partidos obedecía a un modelo de bipartidismo imperfecto que pivotaba en torno a dos polos: un centro izquierda, hasta ahora representado por el Partido Socialista, y un centro derecha con diversas denominaciones y enfoques, que actualmente se denomina "Los Republicanos" (este espacio construido por Sarkozy se estableció sobre la Unión para la Mayoría Presidencial (UMP) fundado por Chirac, que a su vez fue la integración de la gaullista Agrupación por la República (RPR), la Unión para la Democracia Francesa (UDF) y otras minorías centristas y radicales de derechas) y que en realidad proviene del modelo implementado por el general de Gaulle al diseñar la V República en 1958.

Así, las elecciones legislativas se celebrarán, también a dos vueltas, el 11 y el 18 de junio, y ya se habla de que esta vez tendrá lugar la 'cuarta cohabitación' (en España, Lluís Uría publicó artículo con ese título en la prensa catalana el pasado lunes), aunque en realidad lo que va a suceder es que el presidente de la República tendrá que negociar con todas las fuerzas parlamentarias el nombre y el signo del primer ministro. Ello condicionará la capacidad de movimientos del jefe del Estado y limitará considerablemente su poder real. El presidencialismo reforzará de este modo su vertiente parlamentaria; su funcionalidad está por ver, y dependerá como es lógico de la habilidad del presidente, previsiblemente Macron, y de su capacidad para seducir y concertar voluntades.

La Asamblea Nacional francesa (cámara baja) es elegida por el sistema mayoritario puro a dos vueltas, lo que implica que el país se divide en tantos distritos (577) como escaños tiene la cámara (hace un par de años se revisó esta división para hacerla más equitativa); para que un candidato sea elegido en primera vuelta, ha de obtener el 50% de los votantes o más del 25% de los censados inscritos; y a la segunda vuelta concurren los candidatos que hayan logrado más del 12,5% de los votos, y si solo hay uno o ninguno en estas condiciones, los dos más votados. Con cuatro partidos que rondan el 20% y se distribuyen irregularmente por el territorio francés y con otros varios con porcentajes inferiores, es previsible una Asamblea muy fraccionada, con lo que la reforma integral del sistema representativo será una necesidad ineludible más que un buen propósito.

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