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Matías Vallés

Al Azar

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Pujol es más que Cataluña

La realidad alternativa de Trump ha sustituido la lícita contención del daño causado por un escándalo con la transformación de la crisis en un bumerán, que se vuelve contra el adversario proverbial. Por ejemplo, la actividad delictiva del pujolismo se le repudia al enemigo catalán. Por desgracia, Jordi Pujol es más que Cataluña. Y no solo por tratarse de una figura esencial de la transición española, a la altura del anterior Rey, de Fraga, Suárez o Carrillo. Por encima incluso de alguno de los citados. Además, el primer presidente electo de la Generalitat tenía una visión de España. Esta palabra afloró más veces a sus labios que la evidente Cataluña, durante una hora larga de conversación a solas en su palacio presidencial. Su proyecto era la catalanización o moderación del Estado.

Desde el catalanismo, la penalización del mito se soslaya con otra efectiva táctica de Trump, cambiar el tiempo de la oración para que el crimen se pierda en las brumas del pasado. Desde Cataluña se despacha así retrospectivamente a un supuesto "expresident". Pujol puede acabar en la cárcel, pero jamás será un antiguo presidente, sino el líder vigente. Churchill no dejaba de ser primer ministro ni cuando perdía las elecciones, nadie llama "expresidente" a De Gaulle. En Estados Unidos, Carter, los Bush, Clinton y Obama son presidentes protocolarios, sin prefijos degradantes.

Jordi Pujol es el president de Cataluña por antonomasia, salvo que algún humorista considere que este título debe recaer en Puigdemont. También es un protagonista máximo de la España del siglo XX, sin el cual resulta imposible atrapar la actualidad del país. Por tanto, la corrupción irrefrenable que se adueñó del clan pujolista es un desastre estatal, y que se suma a la desconfianza generalizada en Europa hacia las instituciones. La posibilidad de que la imputación de la familia entera acabe con toda ella en prisión, o las equivalencias entre los Pujol y los Gambino, van más allá de chistes para la secuela de Ocho apellidos catalanes. Son la triste radiografía de hasta 17 autonomías, juntas y por separado.

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