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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Educación y salarios

Dejo de lado, y lo trataré en su momento, un encuentro de los trabajadores y colaboradores de COPE con D. Sebastián Taltavull, que me ha dejado un poso excelente por razones varias. Pero insisto, dejémoslo para otra ocasión. En este instante, lo que de verdad me preocupa y mucho son, de una parte, las nuevas noticias sobre el enésimo plan educativo español, y de otra, la situación salarial de los trabajadores cuando la crisis parece un tanto superada. Vamos allá.

Este mismo diario ha informado perfectamente del planteamiento educativo que se nos echa encima, como una losa que sistemáticamente cada presencia gubernamental pone sobre el tapete, sin poder evitarlo. La razón es sencilla: todos los españoles somos conscientes de que el distanciamiento entre sociedad y ley educativa se agranda cada vez más, y por lo tanto, algo se ha de hacer cambiar para llegar a un puerto más acogedor y seguro. Pero resulta que, sobre todo por razones ideológicas, mal que nos pese, el puerto se convierte en zona tormentosa, siempre en perjuicio de los estudiantes, es decir, de la preparación de nuestros sucesores. Casi nunca vamos a más, como si estuviéramos aterrorizados por la capacidad de esfuerzo y de inteligencia de los receptores de la nueva legislación. Me explico.

Si reducimos el objeto del esfuerzo, que es el conocimiento y su correspondiente aplicación a la vida laboral, y si eliminamos cualquier control, por deficiente que sea, de la situación del alumno/a la hora de pasar de una etapa a otra, entonces estamos dando la razón a aquellos alumnos que se aplican muy poco, que acumulan suspensos y que suponen una rémora tremenda, educativa y económica, en la dinámica del conjunto. No se trata de caer en un elitismo superado, pero sí de hacer presente la prioridad de quien se esfuerza, de quien tiene mejores cualidades, es decir, de aquellos hombres y mujeres que señalan un horizonte mejor y más prometedor a la hora de implantarse en nuestra sociedad, en cualquier medio donde acaben sirviendo al bien común. Por el contrario, si damos la razón a quienes ralentizan el ritmo educacional por razones completamente conocidas, entonces los alumnos/as serán cada vez de menor entidad y en todo caso servirán al mundo empresarial para tareas de medio pelo. Otra cosa a resolver es qué opciones educativas deberán adoptarse para que los alumnos menos preparados y capaces encuentren posibilidades de futuro. Pero la intención queda clara: nunca bajar el listón. Pero la ley en cuestión no modifica el sistema de enseñanza. Solamente organiza el mismo€pero con idénticos parámetros prácticos. De esta manera seguiremos descendiendo en todos los baremos internacionales, y en el extranjero nos preguntarán una y otra vez cómo es posible el llamativo absentismo de las aulas que se practica en España, el abandono de las carreras universitarias demasiado pronto, la creación de "pelotones de rezagados" en aumento, el malestar insuperable de los profesores, y en fin, la degradación de la mayoría de universidades sin poner remedio taxativo. Un remedio que comienza en los tramos preuniversitarios, y que comentamos desde siempre sin que se pongan manos de verdad al sistema de enseñanza. Y sin que los contenidos se degraden como hasta ahora. Se trata de modificar el "cómo se enseña y cómo se aprende", puesto que la sociología del alumno/a ha cambiado en profundidad.

Y junto a la cuestión educativa, la cuestión salarial de nuestros trabajadores. Y establezcamos relación entre educación y trabajo remunerado: cuanto menos se equilibre el coste social de la vida y de la educación en su sentido más lato, se hará imposible que todos los alumnos accedan a todo tipo de estudios en idénticas posibilidades. Es un mal muy antiguo, pero todos los grandes males nacieron casi al mismo tiempo que la libertad humana... Es un clásico histórico. Ha aumentado el remonte de la crisis en las esferas altas y hasta altas/medias de nuestra sociedad, ha aumentado el trabajo temporal de variadas tipologías, vuelve a correr más dinero en la calle, y en Mallorca mucho más, pero la igualdad salarial no remonta, antes bien aumenta la desproporción entre unos salarios y otros. Con graves consecuencias en el ámbito educativo. Porque las familias condicionadas por una economía precaria carecen del estímulo y de las posibilidades necesarias para destinar ingresos, tiempo y esperanza a los hijos/as en períodos educativos diversos. Y no se trata de una cuestión secundaria al respecto. En absoluto. Mis largos años de docencia me han enseñado que los alumnos con dificultades en sus casas y con sus padres por razones socioeconómicas, rinden mucho menos que los que se mueven en entornos fáciles y colaboradores de sus tareas. A menor ingreso económico menores posibilidades académicas. Habrá honrosas excepciones, pro las estadísticas son las que son. Y marcan un signo desencantador.

Lo anterior avala un punto de vista casi eterno desde Webber y nada digamos desde el marxismo más sensato: sin un estudio sociológico de base, es imposible organizar una educación coherente con las "condiciones de posibilidad" del alumnado, en todos los niveles posibles. La falta de salarios dignos en amplias capas sociales, acaba por destrozar todo sistema educativo, sin que valgan excusas buenistas. La economía decide una gran parte de la vida familiar, es decir, el caldo de cultivo en el que se inscribe la educación. Olvidar el efecto tremendo de la desigualdad económica en el desarrollo de las personas, es de un neoliberalismo infantil. Que impide descubrir la verdad desnuda y acusadora.

En este momento, estas son mis dos preocupaciones fundamentales. Pero llevo el asunto más allá: ¿Qué será de una Europa que integrará a sus nuevos ciudadanos multiculturales en un sistema educativo tan mediocre? Ella verá. Pero su futuro radica en la respuesta que le dé a una pregunta tan sencilla, a la vez que molesta. La creciente desigualdad económica cae a peso sobre la educación. Y así nos va.

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