Diario de Mallorca

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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Manos y narices

Tenemos el proteccionismo por un lado y el liberalismo por otro. Tales son las dos corrientes de fondo que mueven las aguas de la superficie. Algunos intentan ser mitad proteccionistas y mitad liberales, pero no les sale. Una amiga proteccionista se casó con un hombre liberal y se divorciaron a los diez meses, cuando al liberal se le torcieron los negocios y empezó a pedir protección. Es lo que hacen los mercantilistas cuando falla el mercado. Estamos hechos de contrarios que, en lugar de pactar, chocan. Los políticos deberían aprender de los escritores, divididos permanentemente entre lo que las palabras quieren decir y lo que ellos desean formular. Se sienta uno a escribir con intención de contar esto, y el lenguaje le conduce enseguida a contar aquello. Un texto literario es el resultado de un pacto entre lo que desean decir las palabras y lo que necesitamos expresar nosotros. Si solo mandaran las palabras, nuestros textos serían previsibles. Si solo mandáramos nosotros, serían intransitivos.

Debe de ocurrir algo parecido con la pintura. Uno coloca el pincel sobre el lienzo con idea de hacerlo discurrir en esta dirección, y se nos escapa en esta otra. La cuestión es que ni el pincel ni tú alcancéis vuestros objetivos, sino que el cuadro sea un híbrido entre tus intenciones y las suyas. El arte funciona así, entre el deseo y la realidad. La ciencia, posiblemente, también. En ocasiones buscando un remedio para la fiebre se encuentra la solución para la diarrea. He ahí una forma de negociación. Lo importante es acudir al laboratorio todos los días. Como decía aquel, la inspiración existe, pero es imprescindible que nos coja trabajando.

Los contrarios, en fin, no se excluyen en casi ninguna de las actividades humanas. Lejos de eso, se interpenetran para dar lugar a lo posible. Se dice con mucha frecuencia que la política es el arte de lo posible, pero se practica poco. Los liberales piden auxilio cuando baja la Bolsa, y los proteccionistas privatizan la electricidad cuando sube. Si a estas contradicciones se le añade la salsa de la corrupción, el guiso está hecho. Pero fíjense cómo huele. Si España tuviera manos y nariz, estaría utilizando aquella para taparse esta.

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