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Antonio Papell

Macron, inquietante y ambiguo

La propuesta política de Macron es ambiguamente centrista, explícitamente ajena a las organizaciones políticas francesas clásicas que se han turnado desde la Segunda Guerra Mundial

Tras su victoria este domingo en las primarias, Emmanuel Macrón, nacido en 1977 -cumplirá 40 años en diciembre- y graduado por la ENA, la prestigiosa escuela de administración pública francesa, será muy probablemente el próximo presidente de Francia, ya que se espera que las fuerzas democráticas aíslen a Le Pen en la segunda vuelta. Y lo hará sin un ideario concreto, y sin ni siquiera una biografía rectilínea. Estudió Filosofía en Nanterre, trabajó como asistente del pensador existencialista Paul Ricoeur, se graduó en la ENA, consiguió plaza de inspector de Hacienda y pronto se convirtió en gerente asociado del Banco Rothschild, con un astronómico salario al que terminó renunciando para dedicarse a la política. Militó entre 2006 y 2009 en el Partido Socialista pero no hizo vida de partido ni se integró verdaderamente en él; amigo de Attali, conoció a Hollande y este le nombró asesor económico para las primarias de 2011; secretario general adjunto del Elíseo al alcanzar Hollande la presidencia, fue ministro de Economía dos años después, y dictó controvertidas medidas liberales: la rebaja fiscal de 40.000 millones de euros a las empresas o la famosa Ley Macron, que amplió la apertura de las tiendas en domingo y liberalizó sectores tan variopintos como las notarías o los autobuses; también participó de forma directa en la elaboración de la reforma laboral, ya que negoció con la patronal la introducción del despido por motivos económicos; lógicamente, aquellas medidas que agradaban a la derecha sembraban polémica en la izquierda pero Hollande, quien debió considerarlo un posible heredero político, le permitió toda las expansiones, incluso la puesta en cuestión de las conquistas sociales de la izquierda como la jornada de 35 horas.

Sin embargo, pronto Macron se desencantó con Hollande, a quien consideró un político cobarde, incapaz de tomar las medidas adecuadas€ El tiempo le dio la razón en esto último: Hollande ha sido tan mal presidente que ha destrozado a su propio partido (ni siquiera ha sido capaz de organizar cabalmente su propia sucesión), ha subordinado Francia a los intereses alemanes y no ha sido capaz de conservar un rescoldo suficiente de popularidad que le hubiera permitido presentarse de nuevo a las elecciones presidenciales.

La propuesta política de Macron es ambiguamente centrista, explícitamente ajena a las organizaciones políticas francesas clásicas que se han turnado desde la Segunda Guerra Mundial. Enric Bonet lo ha descrito así: "la fragmentación del sistema político francés ha abierto un espacio para el discurso de Macron: centrista, europeísta, business friendly, pero muy crítico con las élites políticas [...] Este dirigente ´de izquierdas y de derechas´ debería aportar las soluciones económicas que las formaciones tradicionales no han sabido aplicar. Sólo el 12% de los franceses confía actualmente en los partidos políticos, según un estudio de Cevipof. Un desarraigo que el exministro de Economía está sabiendo aprovechar con astucia con la creación en abril del año pasado del movimiento político En Marche! (EM), cuyas siglas se corresponden con las iniciales del nombre del candidato". Este rechazo a los partidos clásicos explica que no quisiese participar en las primarias socialistas. Bonet subraya además un elemento clave en el éxito de Macron: la fascinación de los franceses por los hombres providenciales (Napoleón, De Gaulle€).

El gran objetivo de Macron es, según sus propias palabras, reeditar una especie de ´gran coalición´ centrista como la que ha gobernado esta legislatura en Alemania y que de hecho está funcionando también en el Parlamento Europeo: "Mi oferta política consiste en unir la socialdemocracia, la ecología realista, la derecha orleanista (moderada) y el gaullismo social", dijo Macron a principios de febrero durante una entrevista en France Inter. Es evidente que, guardando las distancias, la fórmula podría ser de cierta aplicación en España, aunque basando la convergencia en los partidos tradicionales. Dependerá, sobre todo, del desenlace de las primarias del PSOE, ya que una victoria de Sánchez desactivaría esta magnánima y difusa opción que tanto recuerda aquel periclitado crepúsculo de las ideologías.

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