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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Las clases medias, en la picota

El boom turístico y de la actividad de construcción posibilitó un cambio radical en nuestras estructuras económicas, productivas y sociales. Surgen múltiples pymes, autónomos y emprendedores, con grandes facilidades para acceder a créditos financieros; se crean nuevos empleos y nuevas oportunidades; los salarios de los trabajadores aumentan progresivamente. Aparecen "nuevas" profesiones. No sólo abogados y médicos, también arquitectos, aparejadores, programadores, diseñadores, consultores de todo tipo. En definitiva se estaba definiendo, con sus desajustes y errores, una sociedad dinámica y abierta que ofrecía posibilidades de bienestar económico y de ascenso social a amplios sectores de la ciudadanía: las "nuevas" clases medias.

En 2008, lo que fue una realidad pujante entra en crisis al explotar la burbuja inmobiliaria que coincide con un cierto ralentí en la actividad turística. Se pone de manifiesto la fragilidad de nuestro modelo productivo, basado en una actividad poco diversificada, lastrada por la estacionalidad, y a su vez con una pretendida competitividad basada en los precios en base a un control (a la baja) de los costes laborales. Se produjo un crash relevante en el sector turístico, de construcción e inmobiliario, especialmente (aunque no sólo) en las pymes. La consecuencia fue el aumento de la inestabilidad laboral y del paro, Lógicamente, aparecen las dificultades para hacer frente a préstamos especialmente de índole hipotecario, y se volatilizan las perspectivas y los proyectos personales y familiares. A su vez, la aplicación de "reformas", léase recortes, afecta a servicios públicos básicos (educación y sanidad€), mientras los servicios sociales se reducen al mínimo y "se trasfieren" a la buena voluntad de diversas ONG. Las clases medias fueron (¿siguen siendo?) sujetos pacientes de los efectos denominados "colaterales" de la crisis.

Pero ahora se nos anuncia que la crisis decrece y que comenzamos a remontar. La economía crece y se crea empleo. Se nos garantiza que en un futuro próximo (¿cuándo?) cuando se consolide el crecimiento, la ciudadanía en general y en particular los estratos sociales medios mejorarán su futuro laboral y profesional y su actividad empresarial. Se recuperan los servicios públicos. Y, ¿cómo no? volveremos a participar en una sociedad abierta repleta de oportunidades. La crisis quedará enterrada en el baúl de los recuerdos como un mal sueño. No pretendo exponer un panorama apocalíptico, puede que la situación mejore (o no empeore), sin embargo, hoy por hoy no se perciben tales mejoras en la economía real productiva (pymes, autónomos€), ni en la economía doméstica, ni en unas pensiones dignas, ni en unos salarios justos, ni en un trabajo estable, ni en un futuro esperanzador para nuestros hijos.

No son pocos los expertos, de muy diversas ideologías y disciplinas, que afirman con rotundidad que el mero crecimiento económico no supone automáticamente progreso. Más concretamente, si no se modifican de raíz las vigentes políticas socioeconómicas, es muy probable que la gran mayoría de personas que conforman las clases medias, aún frenando su actual dinámica de deterioro, tendrán que "habituarse" a empleos y profesiones basadas en la inestabilidad, en la temporalidad con dosis de precariedad. Hoy más de un 40% de nuestros jóvenes están en el paro (lo que no implica necesariamente que perciban la prestación de desempleo) u ocupando labores precarias y/o por debajo de su cualificación profesional. ¿Cuál es el futuro de nuestros hijos? ¿Emigrar a otros países? El resultado global puede ser una sociedad donde una minoría goce de la mayoría de rentas y privilegios mientras la gran mayoría, incluidos amplios segmentos de las clases medias, aun contando con un puesto de trabajo, corre el riesgo de exclusión social y económica.

Vivimos unos momentos complejos, variables, "licuosos"€ donde no existen soluciones mágicas. El peligro es que visto el descrédito de todo lo que huela a política (sea vieja o nueva) optemos, incluidas las clases medias, por la antipolítica. No podemos aceptar que no sea posible construir una sociedad más democrática, libre, abierta y plural, donde la igualdad real de oportunidades, los derechos individuales y cívicos estén garantizados. Concluyo con un aforismo un tanto mayestático pero cierto: o participamos en la política, o las políticas nos las harán otros.

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