Bien mirado, a Europa sólo le queda Francia. Sin Francia no somos nada, y España menos. La idea de Estado, la tradición revolucionaria, los perfumes, el sentido cívico, el vino, la cultura de los derechos humanos, la cultura en sí, la ordenación del territorio, el sentido del poder, el gusto por la vida, los valores democráticos, la cocina, el derecho, el respeto a la vanguardia, la moda, la idea republicana, París, la pasión europea. De allí nos viene todo eso (lo que nos llegue). Deberíamos poder votar mañana, aunque luego no se contabilicen los votos. Un juego si se quiere, pero con estilo: urnas por las calles de España, papeletas con los candidatos, interventores, escrutinio angustioso, noche electoral. ¡Qué gran instalación artística sería! A fin de cuentas nos jugamos más aquí que allí, porque si Francia deja de apostar por Europa, Europa cierra, y nosotros quedamos sin casa.
