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Antonio Papell

La automatización y el empleo

Pocos asuntos han generado en los últimos tiempos tanta bibliografía y tantas opiniones encontradas como el efecto de la automatización sobre el empleo. Para algunos, con la llamada "cuarta revolución industrial", estamos en puertas de la pérdida irreversible neta de un número relevante de puestos de trabajo por el hecho de que cada vez más tareas serán realizadas por robots; quienes defienden esta tesis, señalan generalmente la urgencia de establecer un salario básico que alcance a todos los que quedarán desocupados por esta causa, tanto para asegurar su subsistencia cuanto para garantizar el mantenimiento de una demanda interna que movilice la economía.

Otro grupo de opinantes, más comedido, recuerda que el mismo augurio se produjo en las tres revoluciones industriales anteriores, y que, aunque hubo oscilaciones en la demanda estructural de empleo, en todos los casos acertaron quienes previeron que la pérdida de los trabajos de menor productividad se compensaría con el surgimiento de otros roles laborales de superior nivel. Entre estos escépticos está Enrique Dans, uno de nuestros mayores expertos en estos futuribles. En una reciente entrada de su blog, aportaba dos ejemplos ilustrativos de la situación. Por una parte, Amazon ha incrementado el uso de robots especializados en la gestión de sus almacenes: ha pasado de 15.000 en diez dependencias en 2014 a 40.000 en 20 ubicaciones en diciembre de 2016€ Y, sin embargo, Amazon ha anunciado este mismo mes un nuevo plan de contratación de personal en los Estados Unidos de 100.000 nuevos trabajadores en 18 meses, con lo que de dar trabajo a 180.000 personas pasará a emplear a 280.000. De momento, y como ya previó Jeremy Rifkin, la automatización genera un incremento de puestos de trabajo, que en principio se debe a las tareas de asimilación del cambio. En cualquier caso, es llamativo que la empresa más vinculada intelectualmente a la modernización del trabajo, a la productividad y a la automatización genere empleo de esta manera.

Por otra parte, Dans explica el "efecto Uber" en la zona de la bahía de San Francisco, en California: de momento, Uber cuenta ya con más de 20.000 conductores, un número muy superior al de taxistas que existían en la zona, y ello sin contar al resto del personal que gestiona la compañía€ En definitiva, concluye Dans, las cuentas que permitan mensurar los efectos de la robotización no son tan sencillas y habrá que seguir cavilando y estudiando para obtener resultados aceptables.

Una tercera actitud es la sugerida por Robert Skildelsky, mundialmente conocido por su biografía de Keynes, profesor emérito de Política Económica en la Universidad de Warwick y respetado analista. Esta autoridad intelectual cree que la tecnología "va a una velocidad enorme y es mucho más destructiva [que anteriores avances tecnológicos]. Además, está penetrando en muchas ocupaciones y tareas mentales. Antes, en la revolución industrial, era solo un suplemento físico. El coche es una mejora sobre el caballo, pero es un sistema de transporte y es solo un servicio para la actividad humana. Ahora [con la inteligencia artificial], mucho empleo cognitivo y mental de la clase media puede ser automatizado. No hay barreras ni obstáculos". Y su propuesta es drástica: ralentizar la automatización. Después de todo -se pregunta-, ¿qué prisa tenemos?

Esta demora no está en la naturaleza humana, que avanzará todo lo que sea capaz. De forma que lo prudente es mantener toda la atención sobre el fenómeno para conocerlo, preverlo en lo posible y paliar sus efectos dañinos, si es que se cumplen las peores previsiones. Después de todo, un sistema de previsión que impida a los ciudadanos descender bajo un determinado umbral de renta es un elemento civilizador del que se están dotando las grandes democracias europeas. No estaría mal implantarlo para que el futuro no nos coja desprevenidos.

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