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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Tras el referéndum

Tras la convocatoria y posterior fracaso de la consulta en Cataluña, cabe pensar que el ´procés´ se convertirá en el relato central del posautonomismo catalán

Las declaraciones de David Bonvehí -convenientemente filtradas a la prensa-, sugiriendo la necesidad de que la antigua Convergència vuelva a tener un líder autonomista en caso de que el procés fracase, describen a la perfección las inevitables contradicciones internas del momento político actual en Cataluña. Contradicciones dentro de los partidos, entre los socios y también en el seno de una sociedad que se mueve entre la esperanza de unos y el hartazgo de otros: dos mitades irreconciliables junto a una amplia tercera vía que pretende representar el papel de puente. Como era de esperar, la filtración de las palabras del coordinador del PDeCAT -al parecer pronunciadas en un restaurante- ha provocado un fuerte malestar entre los políticos independentistas, agravando aún más la desconfianza mutua y las acusaciones de deslealtad entre los socios. ¿Fue ERC quien difundió las grabaciones? ¿Fue el propio PDeCAT, enfrascado ya en las cuitas de la sucesión del president Puigdemont y en el diseño de un nuevo perfil más pragmático y operativo? ¿Fueron acaso los poderes del Estado, el espionaje o las fuerzas de seguridad? De lo que no cabe duda es que las tensiones públicas forman parte ya de la construcción de un relato previo al referéndum y también posterior al mismo. Un relato que permita salvar los muebles tanto si se gana el partido como si se pierde. Un relato, en definitiva, que convierta en mártires a los políticos si así es necesario, sin inhabilitarlos ni cegar su futuro en el marco autonómico actual. Es curioso comprobar cómo, en el mundo de la imagen, cuenta cada vez más la fuerza de las palabras.

Mientras se alargan los plazos -han transcurrido ya los famosos 18 meses previstos para la celebración del referéndum tras las últimas autonómicas-, sorprende la mala lectura del momento político. Por supuesto, no debemos llamarnos a engaño: lo más probable es que el referéndum se convoque y que los líderes actuales de Junts pel Sí pacten una posición unitaria. Pasado el verano, la tensión irá en aumento a la espera de que el gobierno central cometa algún error que salte al prime time de la prensa internacional. Cabe preguntarse qué dirá, llegado el momento, un PSOE dirigido por Pedro Sánchez -en lugar del presidido por la actual gestora- y también cuál será el contexto europeo en septiembre u octubre de este año. Tras salvar el match point holandés, las presidenciales francesas se convierten en la auténtica pesadilla europea para los próximos meses: una segunda vuelta en la que se enfrenten Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, la extrema derecha y la extrema izquierda, constituye el escenario perfecto para la voladura descontrolada de la Unión Europea. Y, en efecto, que el procés concluya con éxito depende de la descomposición de los Estados, de la ruptura de las lealtades europeas y de cierta situación generalizada de caos. Las grandes catástrofes colectivas son infrecuentes, pero suceden. La historia nos demuestra que la mera razón a menudo se confunde y se equivoca.

Aunque, si analizamos los últimos cinco años de política catalana, sorprende de un modo especial que no se haya querido jugar con sensatez la carta de la debilidad general del país: un Estado al borde de la quiebra en 2012 y cuyos bancos tuvieron que ser rescatados por la UE, sometido a los ataques de los movimientos antisistema, aquejado de una crisis económica sin parangón en el último medio siglo; un país que sale de las elecciones de 2016 fragmentando parlamentariamente, con un gobierno dispuesto a pactar y a llegar a acuerdos económicos y competenciales para mantenerse en el poder. No se hizo y se tomó una dirección contraria; lo cual, a su vez, sugiere que, más allá de lo que ocurra de aquí a final de año y de las heridas internas y externas que pueda dejar la actual coyuntura política, la aspiración soberanista ha llegado para quedarse. Y que, seguramente, el procés se convertirá en el relato político catalán para las próximas décadas: "una mentira fértil" que vertebre el debate público de Cataluña y que seguramente tenga sus consecuencias en oportunidades perdidas en desarrollo y progreso. O no. Todo dependerá del momento en que el estado de agitación general -no sólo catalán, también europeo y mundial- regrese a los diques de la normalidad.

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