Diario de Mallorca

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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Platón

Fui a visitar a mi amigo R., que está perdiendo la cabeza, y cuando nos quedamos solos me pidió un destornillador para arreglar la radio.

-¿Qué le pasa a la radio? -pregunté.

-Que está mal, solo emite fútbol -dijo.

-Lo que está mal no es la radio -dije yo-, es el mundo.

-Es la radio -insistió él-, tú déjame un destornillador.

No llevo encima destornilladores, pero me ofrecí a pedirle uno a su hijo, que estaba en la habitación de al lado.

-¡Ni se te ocurra! -gritó R.-, me los tiene prohibidos.

Prohibirle los destornilladores a R. es una crueldad. De joven, ganó un concurso de televisión que consistía en ver quién era capaz de arreglar más cosas utilizando solo esa herramienta. Mi amigo arreglaba puertas, enchufes, cisternas, cerraduras, bicicletas, desagües€ Con un destornillador en el bolsillo era capaz de atravesar el mundo. Si le dejaba tirado el coche, metía el destornillador en sus entrañas y a los cinco minutos arrancaba de nuevo. Tuvo una moto que armaba y desarmaba todos los domingos en el patio de su casa sin otra ayuda que la del destornillador. Abría los botes de conservas y las cervezas con el destornillador. Partía los cocos por la mitad, sin perder una gota de su leche, con el destornillador. Incluso enroscaba y desenroscaba tornillos con él. No obstante, como era un hombre muy previsor, además del destornillador, llevaba en el bolsillo una navaja suiza. Con el destornillador y la navaja suiza habría sido capaz de recomponer el motor de un avión en pleno vuelo.

Desposeerle del destornillador, en fin, era como arrancarle los dos brazos. Volví a casa profundamente entristecido y a los dos días fui a verle de nuevo con un destornillador que parecía un bolígrafo. Cuando nos quedamos solos en su habitación se lo di. R. cogió la radio, por la que salía un partido de fútbol, la abrió, manipuló en sus tripas, volvió a cerrarla, la encendió y apareció Ángel Gabilondo hablando de Platón. Estuvimos toda la tarde escuchándole, embelesados. Cuando me despedí al anochecer, R. me dijo:

-¿Era o no era la radio?

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