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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

El mallorquín se entreabre

La cultura ciclópea de Félix Pons no le impedía encarnar la minuciosa ambigüedad del mallorquín. A raíz de una requisitoria del PP por...

La cultura ciclópea de Félix Pons no le impedía encarnar la minuciosa ambigüedad del mallorquín. A raíz de una requisitoria del PP por la apertura de la puerta principal del Congreso que presidía el diputado socialista, el interrogado corrigió a sus rivales:

-Las puertas no se han abierto, se han entreabierto.

La frase tiene una aplicación universal, y debería figurar en el frontispicio del manual Diez mil cosas que deberías saber sobre los mallorquines antes de perecer en el intento. En concreto, los individuos de esa tribu nunca se abren, solo se entreabren. Millones de forasteros han desperdiciado un tiempo precioso, en la vana aspiración de abrir de par en par el alma mallorquina. En los casos flagrantes, han intentado lograr su objetivo con dinero. Hay que conformarse con el cuentagotas, con una entrega en dosis homeopáticas. El nativo repudia la incontinencia, pero también esta repulsa se expresa sin dramatismo, solo con desdén.

En la conversación con un mallorquín, solo puede equivocarse una de las partes. El entreabierto se pone a resguardo, hasta lo políticamente correcto le parece un pronunciamiento excesivo. Estos parámetros aclaran el grotesco malentendido entre los mallorquines y Bauzá, el hombre que quiso moldear una isla entera a su imagen castiza. Aquel president felizmente olvidado se desabrochaba la camisa y mostraba su pecho a las balas. No enfureció a los autóctonos por su reciedumbre de macizo de la raza castellana, sino porque requería una respuesta a gritos. Era una cuestión de educación.

También dispongo de una teoría para el mallorquín entreabierto. El sol ha sido cómplice de nuestra autodestrucción, de ahí nuestra alergia arquitectónica o anímica a la luz disparatada. De un indígena imaginas que habla porque observas que mueve los labios, aunque solo los entreabre. Le horrorizaría que alguien pretendiera haberlo comprendido. Es decir, abarcado, el primer paso hacia la ominosa integración. Mallorca podrá ser alemana o sueca, pero nunca será mallorquina. Es el mayor orgullo de los entreabiertos, que tanto odiamos a los entremetidos.

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