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Matías Vallés

Al Azar

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Noventa, la velocidad justa

La buena noticia es que los coches circulan más despacio por Mallorca. Ya solo los alemanes se pasean como si las carreteras de la isla...

La buena noticia es que los coches circulan más despacio por Mallorca. Ya solo los alemanes se pasean como si las carreteras de la isla fueran de su propiedad, y quién se atrevería a desmentirles. Casi se ha extinguido Pepito el Ráfagas, el desalmado que ciega a un palmo de distancia a quienes no marchan al ritmo que impone su coche rojo. En cambio, todavía prolifera Pepito el Diagonales, maestro en driblar del carril rápido al lento a un metro del desvío, como si en toda la autopista no hubiera otro vehículo.

La mala noticia es que los coches circulan demasiado despacio por Mallorca. Nunca creí que escribiría la frase anterior. Cuando se conducía a 120 kilómetros por hora o más, con la cosecha subsiguiente de decenas de víctimas mortales, adquirimos notoriedad al proponer una velocidad máxima de cien en autopista. Y después la redujimos a noventa. Por mucha publicidad que haga un automóvil, cualquier persona que supera ese límite en un entorno habitado por otros coches bordea la locura.

Un periodista no está preparado para que la realidad atienda a sus plegarias, aun admitiendo que los radares hayan sido más disuasores que nuestras prédicas. Hemos de precisar pues que noventa kilómetros por hora no es solo la velocidad máxima en autopista, sino la velocidad única en ausencia de obstáculos que la ralenticen. Intentábamos crear una isla proporcionada a los mallorquines, combatir en pro de la famosa "unidad de escala" predicada precisamente por Sert para Eivissa. En cambio, han proliferado los manfutistas que se instalan a setenta en el carril central, confundiendo la seguridad con la insolidaridad. Su velocidad no solo permite divisar sus rostros, sino hacerse un selfie con ellos sin interrumpir la conducción. Gracias a ello se advierte su aspecto de que, en caso de tener prisa, se hubieran desplazado a pie. Son tan peligrosos como los centroeuropeos que violan en Mallorca los códigos que imponen a rajatabla en sus países de origen. Salvo que se trate de la actitud deliberada de los últimos resistentes de la isla extinguida. Si hay reivindicación, repasaremos nuestro veredicto. A la velocidad justa.

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