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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Meses decisivos

Resistir los embates de las horas H resulta esencial para el futuro de la democracia. Pero, al mismo tiempo, caer en el inmovilismo constituye una grave irresponsabilidad

Se diría que se acerca el momento decisivo del Procés: la hora H que pondrá a prueba la consistencia del Estado de Derecho y la intensidad del fervor soberanista. Si poco después empieza un Postprocés o se da por terminado el actual sarampión es algo de lo que no podemos tener certeza alguna. El soberanismo busca escenificar con el referéndum su propio Maidán, una supuesta "primavera árabe" que logre entrar con fuerza en el prime time informativo mundial y obligue al gobierno central a actuar policialmente. Se trata del peligroso juego de romper precintos en los colegios electorales, de convocar huelgas generales y llenar las calles y las plazas de Cataluña, de acampar frente al Parlament y quién sabe qué más. De acuerdo con las informaciones publicadas en El País por Cristian Segura, la Agrupación de Municipios independentistas (AMI) estaría preparando una Asamblea de Cargos Electos (AECAT) "compuesta actualmente por más de tres mil concejales, alcaldes, diputados y senadores ´para sustituir al Parlament en caso de inhabilitación´". El grado real de desobediencia marcará los límites de la tensión asumible. El objetivo no es tanto una ruptura inmediata, sino ensanchar las bases del voto independentista. Para el nacionalismo, se trata menos de un asunto de legalidad que de legitimidad y victimización. Una y otra van unidas y se refuerzan entre sí, a pesar de la evidente violencia implícita en cualquier acto de ruptura.

La hora H llega en un momento complejo para todo el mundo desarrollado. Suele suceder así. El sábado pasado, la UE se reunió en Roma dispuesta a dar un paso adelante frente a los populismos. Que lo logre depende en gran medida de dos elecciones cruciales -en Francia y en Alemania- y de la disposición de este último país a ejercer el liderazgo de forma solidaria y generosa más allá de sus propios intereses. En su brillante ensayo sobre la formación de la Europa actual, Luuk van Middelaar ha explicado con brillantez la estrecha ligazón que existe entre los periodos de crisis y los avances del proyecto comunitario. Es probable que vuelva a suceder igual. Si el paralelismo lo establecemos con España, cabe imaginar una respuesta similar.

Cataluña se acerca a su hora decisiva, pero también lo hace el PSOE respecto a su modelo de partido (y de país) y al engarce de la economía española con Europa y el mundo. Desde luego, no es ni puede ser igual un partido socialista liderado por un Sánchez mirando hacia Podemos que una réplica del socialismo andaluz presidida por Susana Díaz. El primer candidato se sitúa claramente ya en un ámbito favorable a desbordar la Constitución, mientras que la segunda opta por la continuidad autonómica, en un ejercicio no muy lejano al que plantea a día de hoy el conservadurismo español. Mientras tanto, Rajoy se mece tranquilo, reforzado por los buenos datos económicos y su situación de confort en Europa.

Pero todo eso podría durar poco si los vientos dejan de ser favorables. Europa puede perder Francia si gana Marine Le Pen. La economía puede debilitarse de nuevo debido al alto endeudamiento, una oleada inflacionaria o algún a shock interno o externo. La situación de Cataluña puede agravarse una vez llegue la hora H del referéndum. O sencillamente cabe pensar que, tras la suspensión del referéndum, se convocarán unas autonómicas que lleven al poder en Cataluña a una alianza republicana de ERC con los Comuns de Colau. Una coalición que sustituiría la reivindicación inmediata de la independencia por un republicanismo confederal de naciones libres asociadas. Propuesta compleja, desde luego, pero con cierta capacidad de seducción para un país definido por su malestar hacia el statu quo desde hace al menos una década. Sería el Postprocés: una hipótesis que no debemos descartar a medida que se comprueba que la batalla contra los populismos dista de haberse ganado y que el exitoso modelo europeo del último medio siglo da muestras de agotamiento. Ajustarse, innovar, modernizar, no perder de vista la cohesión social ni el dinamismo de la economía forman parte de un recetario de soluciones no aplicables de inmediato. Resistir los embates de las horas H es esencial para el futuro de la democracia. Pero, al mismo tiempo, caer bajo el efecto de las adormideras de una falsa normalidad sólo puede considerarse una grave imprudencia.

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