Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Da lástima

Lo de Millet y las bodas de sus hijas provoca la carcajada. Ese tipo no es un corrupto, es un bromista. ¡Cobrar al consuegro la mitad de unos gastos de los que se hizo cargo el Palau! Eso ya no se puede hacer por avaricia, o no solo por avaricia. Hasta ahí, hasta el increíble momento en el que le pasa la factura al padre de su yerno, todo se puede explicar rápidamente aludiendo a la naturaleza humana, podríamos tomarlo por un delincuente normal, un pillo del tres al cuarto, un ratero y un mentiroso, vale. Pero a partir de ahí es otra cosa, porque inaugura una patología sin nombre. A partir de ahí, Millet se convierte en activista de un tipo de humor todavía por catalogar. Al cruzar esa raya, Millet deviene en un héroe del absurdo, pero también en el representante de un humor capaz de hacer reír hacia dentro, método por el que te acabas asfixiando.

Millet llega al borde de la Tierra (si lo tuviera) y continúa andando. No lo detiene nada ni nadie. Si le diera tiempo a ver la boda de sus nietos, volvería a hacer negocio, y no por necesidad, pues está forrado, sino por el afán de continuar una performance existencial a través de la cual alcanza el éxtasis. Millet es un místico de la estafa. No le interesa el valor del dinero, sino la orfebrería del complot preciso para obtenerlo. Es la pura esencia de la transgresión. Resulta injusto aplicarle las mismas leyes a las que estamos sometidas las personas vulgares. Es un poeta, un precursor, es la representación de un pensamiento económico de uñas largas y sucias. Muy largas y muy sucias.

Claro que, a la vista del panorama de la corrupción patria, parece haber creado una escuela, el Milletismo, cuyo lema sería Sálvese quien pueda. Lo curioso es que la fundara un hombre que no tenía ninguna necesidad de que lo salvaran, porque con el sueldo y unos extras, y teniendo en cuenta que vivía gratis total, podría haberse pasado el día en una hamaca. Pero no. Veía a sus hijas crecer y se imaginaba la rentabilidad de los banquetes de boda. No dejaba de hacer números, pues el número es una de las vías hacia la trascendencia. Da lástima ver a ese artista entre los delincuentes comunes junto a los que se ve obligado a declarar.

Compartir el artículo

stats