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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

La Unión Europea, asignatura pendiente

El pasado sábado se celebró en Roma, ciudad donde ser firmó el primer Tratado, se celebró el sesenta aniversario de la fundación de la Unión Europea. Sus países y sus ciudadanos, acababan de resurgir de una guerra con largos millones de muertos y con brutales Holocaustos. El objetivo máximo y primero era imposibilitar la repetición de la barbarie. Era una apuesta por una paz, no la propia de los cementerios, basada en una unión política, económica y social, fundamentada en los derechos de los ciudadanos sea cual sea su condición u origen. Desde entonces se ha recorrido un largo camino, repleto de curvas y vericuetos, con éxitos y errores. Ahora, en el año 2017, sesenta años después, en el contexto político europeo se están produciendo movimientos, sísmicos cuyas consecuencias son hoy imprevisibles.

El mundo ha cambiado profundamente, se convierte en multipolar. Cayó el Muro de Berlín y acabó la guerra fría. Los avances tecnológicos conducen a una globalización donde se convierte en real que un movimiento de las alas de una mariposa en el extremo oriente puede convertirse en un tsunami en Europa. Los conflictos bélicos se convierten en regionales aunque sus intereses sean multinacionales. Se produce una crisis, todavía no superada, que afectó política, económica y socialmente también a los países desarrollados y a sus ciudadanos. El penúltimo "percance" es Donald Trump, presidente de EE UU, todavía gran potencia. Sin pasar por alto el Brexit británico, los trámites de desconexión se inician esta misma semana, cuyas consecuencias, con posibles efectos de contagio, son imprevisibles. Y un largo etcétera.

La Unión Europea ha pretendido participar en la reordenación de un nuevo "orden" con muy escaso éxito. Hoy la UE está inmersa en graves problemas. Enuncio a modo de ejemplo. unas instituciones comunitarias desprestigiadas (¡con razón!) convertidas en retiro dorado de políticos amortizados en sus países de origen y en máquinas burocráticas incapaces de construir un relato político propio con raíces en la voluntad fundacional de la UE. Instituciones y políticos insensibles e incapaces de abordar de un modo serio y coherente la crisis humanitaria que afecta a centenares de miles de refugiados que mal viven (o mal mueren) en nuestras fronteras o en nuestros mares. El máximo eslogan, no denunciado por ningún país ni por ninguna institución europea, es "la inmigración no es un privilegio ni un derecho"(Trump). Otra realidad lacerante e inquietante es la "perversión" de los dos principales partidos fundacionales (socialdemócratas y democristianos) de lo que debía ser una Unión Europea cohesionada política, económica y socialmente. Ambos han sido y siguen siendo incapaces de abordar la crisis con criterios sostenibles más allá de recortes de derechos básicos.

La derecha ha liderado la gestión, la mala praxis, de la crisis en la mayoría de países donde gobierna y en las instituciones comunitarias, Y han surgido potentes movimientos de extrema derecha populistas, euroescépticos, xenófobos, que ya gobiernan en algunos estados de la Unión, y/o que tienen posibilidades reales en los distintos retos electorales. En las recientes elecciones holandesas la extrema derecha no ha ganado, a pesar de haber aumentado el número de escaños; el vencedor es un partido denominado liberal que, conjuntamente con otros tres partidos minoritarios, seguirá aplicando políticas neoliberales. En Francia es muy probable que Marine Le Pen no gane en la segunda vuelta (a pesar de ser el partido más votado en la primera ronda) y que el vencedor sea el señor Macron, político sin partido, representante de las elites francesas. En nuestro país, España, tal mapa político no se reproduce. La presencia de la extrema derecha, populista y xenófoba, en las instituciones es prácticamente nula, aunque se perciba una mayor actividad referida a la defensa a ultranza de principios/actuaciones de talante fascistas/franquistas y/o ataques verbales y de otra naturaleza a opiniones, comentarios, acciones y expresiones, basadas en la libertad de opinión y expresión. Tal realidad merecerá un análisis propio más allá del hecho que el Partido Popular aglutine hoy por hoy a toda la derecha española (excepto la de talante soberanistas, PNV vasco y PdeCAT catalán).

La izquierda tradicional, la socialdemócrata, afronta estos retos bajo mínimos. Sólo nueve países de la UE (Francia, Italia, Malta, Eslovaquia, Portugal, República Checa, Malta, Croacia y Suecia) presentan gobiernos progresistas. La mayoría, con coaliciones. En conjunto, apenas representan al 32,5% de los ciudadanos de la Unión, lejos del 45% de 2007, en los prolegómenos de la crisis. En las recientes elecciones holandesas los socialdemócratas pasaron de 38 a 9 escaños. En Francia, según los últimos sondeos, el candidato del Partido Socialista francés ocupa el cuarto/quinto puesto. En Alemania parece que el SPD puede obtener buenos resultados a partir del nuevo candidato, Schults, elegido por el 100% de la militancia, a partir de un giro claro hacia la izquierda. Los nuevos partidos de izquierda surgen a partir de la pérdida de confianza y credibilidad de los partidos convencionales de la izquierda, y su presencia es diversa en los diversos países. Mi próxima colaboración se centrará en bucear en las diversas estrategias de Podemos especialmente las surgidas en Vistalegre 2, y una aproximación a las primarias de los socialista en búsqueda de un liderazgo claro, coherente y con un discurso propio y autónomo capaz de dar respuesta a los problemas reales de la ciudadanía. La unidad europea de naciones y ciudadanos, de naturaleza política, económica y social, sigue siendo una asignatura pendiente, con importantes retos que afrontar.

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