Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Emplazo desde aquí al ajuntament de Palma para que me ceda -me regale, vamos- el castillo de Bellver. Tengo que hacerlo así, en una columna publicada en la prensa, porque la contumacia y falta de espíritu democrático del consistorio de Ciutat es flagrante. Les espero sentado a la mesa de mi casa para dialogar a tal respecto y nada, que no vienen. Mira que sería sencilla la conversación; yo digo, oiga, que quiero que me regalen el castillo y el bosque. Ellos contestan de inmediato que sí, que por supuesto, porque no hay otra respuesta posible habida cuenta de que en mi familia ya hemos votado de forma en favor de que nos los den y esa opción ha ganado por amplia mayoría.

Cuando se sienten a la mesa negociaremos lo que cabe hacer con las carreteras del bosque, que pueden seguir siendo municipales siempre que el ayuntamiento se encargue de mantenerlas. Del aparcamiento no hay discusión alguna: que lo vigilen, que cobren los boletos y me conformo con el 50% de los ingresos porque yo soy así: generoso y dialogante. Democrático hasta la médula y dispuesto a hablar con quien haga falta aunque, vaya por dios, es como si el diálogo fuese con los sordos.

Me temo que lo que sucede es que en el ajuntament de Ciutat abundan los fascistas, qué digo fascistas; los nazis irredentos. No digo que todos los tenientes de alcalde y los concejales, con o sin departamento a su cargo, lo sean pero que abundan es obvio. De lo contrario no darían la callada por respuesta ante una reivindicación justa donde las haya. Porque, vamos a ver, ¿no jugaba yo de niño en Bellver como si fuese el jardín de mi casa? Derechos históricos se llama esa figura. Sin olvidar que, con la pandilla, nos colábamos en los almacenes que había en el pasadizo de cuevas y hasta entrábamos en las casas medio derruidas que entonces se levantaban en la ladera meridional del monte. Pero no cabe decir que ese derecho habría caducado al hacerme mayor y volverme residente con pago del IBI, el alcantarillado y las demás tasas e impuestos -¡contra mi voluntad, otro atropello!-. He llevado mil veces a los perros a pasear por Bellver. ¿Cuántos de los munícipes pueden decir lo mismo?

Habrá quien piense que si me regalan Bellver me vuelvo ciudadano de otra plaza y bueno, sí, algo de eso hay pero, ¡ojo!, sin salir de Europa, que en ninguna parte del tratado de adhesión pone, que yo recuerde, que los bosques independizados dejan por ese nimio detalle de estar en la Unión. Antes bien, mi europeísmo se refuerza gracias a la lección de democracia y diálogo que estoy dando por más que caiga en saco roto. Como que estoy por irme en la Semana Santa a Londres, y de allí a Escocia, para contarles el atropello que sufro por culpa de los bárbaros que se resisten a entregarme el castillo y el bosque. Igual ellos, los escoceses, me echan una mano y, ya de paso, del cuidado de los árboles se ocupan también en Cort.

Compartir el artículo

stats