Está siendo bien evidente que el papel que desempeña Podemos en la vida parlamentaria de este país es sencillamente nulo. Su limitada representación en el Congreso de los Diputados pero sobre todo su impericia en este ambiente de la política profesional, tasado y reglamentado, están haciendo del grupo encabezado por Pablo Iglesias un elemento decorativo, que nada ha tenido que ver con algunos discretísimos pero reales avances sociales ya logrados en los pocos meses que llevamos de legislatura (la subida del salario mínimo es quizá el caso más paradigmático). Así las cosas, Podemos ha decidido descender a la caverna, esto es, a los albores del sistema y cuestionar, no el papel de la religión sino la misa dominical de La Dos. Iglesias piensa -y lo dice con solemnidad, sin el menor rubor- que en un Estado laico, el audiovisual público no debe dar cancha a una confesión religiosa. Y lo grave del caso es que lo afirma con expresión envarada, como de quien acaba de descubrir el Mediterráneo. Yo no sé (y tampoco tengo mayor interés en saberlo) si La Dos debe seguir como hasta ahora o si ha de retransmitir también las liturgias de otras religiones. Tampoco creo que sea esta una inquietud trascendental de la ciudadanía. Lo que sí sé es que los pensionistas han perdido este año poder adquisitivo y que la izquierda, tanto la vieja como la nueva, ni siquiera tiene mala conciencia por ello.
