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Saben que mienten

La frase grandilocuente que ha lanzado Artur Mas, investido de lo que él cree carisma y muchos identificamos como fanatismo, ha sido lapidaria: "En España se persigue a la gente por sus ideas".

Saben que mienten porque no es así: España disfruta de todas las libertades occidentales en su grado más elevado, y cualquiera puede defender cualquier idea siempre que preserve los límites de tal derecho, que es justo donde empieza el derecho ajeno. Aquí, como en Francia o en los Estados Unidos, se puede ser independentista; lo que no se puede es arrastrar a un país, Cataluña, a una aventura siniestra sin que ni siquiera la mitad de los ciudadanos estén de acuerdo en lanzarse a ese despeñadero. Ni violentar las leyes que entre todos nos hemos dado, también los catalanes.

Pero paradójicamente hay un punto de verdad en el enunciado de Mas que ni él mismo sospecha seguramente: es cierto que en Cataluña, en la Cataluña donde Mas y los suyos han expandido el pensamiento único, se persigue subrepticiamente a quienes no comulgan con la intransigencia de los genuinos nacionalistas, dispuestos a que todos pasen por las horcas caudinas de la identidad dominante. Donde el nacionalismo se exacerba, las libertades padecen y se persigue a la gente que discrepa. En eso sí que acierta el delfín del patriota Jordi Pujol.

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