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Antonio Papell

Encrucijada socialista

El PSOE se debate entre la opción que se abstuvo para permitir a Rajoy alcanzar la presidencia y otro más autónomo y más a la izquierda

Como estaba previsto desde el mismo golpe de mano del primero de octubre, la presidenta andaluza Susana Díaz ha anunciado ya que dentro de poco anunciará oficialmente -la redundancia burocrática ya no asombra- que concurrirá a las primarias socialistas, junto a Patxi López y a Pedro Sánchez, que ya están en campaña.

Díaz asegura que esperará al 26 de junio para que la gestora que gobierna al PSOE después de la cuartelada haya difundido la ponencia política, dirigida por Eduardo Madina (la económica, de José Carlos Díaz, ya se presentó hace días). Infortunadamente, contarán poco estos textos en la decisión de la militancia, ya que, llegados a este punto, las polarizaciones que suscitan las primarias son dos, y ambas bien conocidas. En primer lugar, y como recordó Pedro Sánchez en Cádiz, las dos opciones en liza son la de la abstención para permitir a Rajoy alcanzar la presidencia y la de un PSOE autónomo y más a la izquierda empeñado en formar coaliciones de ese signo. Y en segundo lugar, los acontecimientos han suscitado una rivalidad orgánica: la que existe entre los cuadros dirigentes y las bases militantes, ubicados aquellos y estas en trincheras distintas. En estos dos ejes, Susana Díaz representaría la opción abstencionista que la gestora impulsó y tendría la adhesión mayoritaria de la mayor parte de los cuadros. Pedro Sánchez representaría la oposición a las fórmulas de 'gran coalición' y tendría el aprecio de las bases. Y Patxi López ensayaría una ignota tercera vía a la que no se le ve recorrido alguno.

Si las posiciones no se mueven, parece lógico pensar que Sánchez contaría con ventaja puesto que, según algunos sondeos superficiales y a juzgar por la respuesta masiva a las convocatorias, tiene más adhesiones que sus rivales en el cuerpo electoral. Todo indica que el golpe de mano, que echó abajo con arbitrariedad las decisiones adoptadas por la militancia, ha generado un divorcio notable entre la cúpula y las bases, y por el contrario ha establecido una adhesión sentimental entre estas y el defenestrado Sánchez. De cualquier modo, sería poco razonable que los electores no tuvieran en cuenta el trasfondo de la cuestión, los malos hábitos adquiridos por el PSOE y el modelo de partido que se pretende erigir.

Por un lado, alguien ha recordado en la prensa que, "desde 2011, en el PSOE la guerra interna se reanuda al día siguiente de elegir a un secretario general". Cuando Rubalcaba ganó el congreso en febrero de 2012 frente a Carme Chacón por estrechísimo margen, dio paso también a una enconada guerra interna que acabó con su dimisión en 2014? Su sucesor, Sánchez, elegido en primarias frente a dos contendientes, fue derribado el pasado octubre por la cúpula del partido? Lo que indica una gran incapacidad de la mayoría para integrar a las minorías. Si no se reflexiona sobre este asunto, los congresos no harán más que ratificar rupturas insolubles.

Por otro lado, la candidatura de Susana Díaz podría servir para analizar fría y objetivamente la trayectoria del PSOE andaluz, que ha padecido fenómenos de corrupción notables y que, en el gobierno durante toda la etapa democrática, ha sido incapaz de sacar a Andalucía de los últimos lugares del ranking de las comunidades autónomas. Susana Díaz representaría en fin un "socialismo de vieja escuela" -el concepto ha circulado también por los medios- que no parece el más adecuado para resolver los déficit de la socialdemocracia europea de estos días ni para reconstruir aquí una izquierda moderna, vinculada a las ideas que transitan por los países de nuestro entorno, partícipe en el gran debate sobre la globalización que está teniendo lugar en el mundo.

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