Las divisiones internas suelen acarrear consecuencias perniciosas para los partidos políticos. Al menos, si se analizan fríamente en clave electoral. El votante medio reacciona con malestar ante los enfrentamientos debidos al personalismo exagerado de los candidatos. Con razón o sin ella, lo que el electorado percibe detrás de estas pugnas internas es la ambición de poder de las distintas facciones y no unas divergencias ideológicas significativas. A pocas semanas de celebrarse en Palma el próximo congreso regional del Partido Popular de Baleares, la lucha abierta entre los dos candidatos conservadores -Biel Company y José Ramón Bauzá- ha adquirido dimensiones grotescas, entre acusaciones de todo tipo -incluidos los rumores en voz baja acerca de la existencia de dosieres ocultos- y abundantes salidas de tono en las principales redes sociales. La vulgarización del debate público afecta lógicamente a una ciudadanía que observa, con preocupante escepticismo, un espectáculo ajeno a las urgencias programáticas del principal partido de las islas.

De hecho, en lugar de un debate de ideas -todavía inexistente a día de hoy-, el cara a cara entre Bauzá y Company sigue moviéndose en el terreno de las etiquetas: el candidato llamémosle españolista frente al representante del sector regionalista del partido. Por supuesto, estos rótulos no son más que simplificaciones y no aportan ninguna información relevante a la hora de calibrar los proyectos políticos de ambos candidatos o sus ideas de futuro para Balears. Por otro lado, el inesperado retorno del expresidente Bauzá, tras la rotunda derrota de las pasadas autonómicas, ha sorprendido incluso en las filas de su propio partido. Y, de hecho, si habláramos en términos estrictamente electorales, la etapa política de José Ramón Bauzá al frente del Consolat de Mar se saldó con los peores resultados jamás cosechados por el centroderecha en nuestra comunidad. Pero, al mismo tiempo, tampoco podemos olvidar que su oponente, Biel Company, llega sostenido por los sectores cañellistas del partido, en un momento en que la crisis de credibilidad de los partidos políticos tradicionales -básicamente el PP y el PSOE- parece requerir una mirada hacia el futuro en lugar de aferrarse a las gastadas soluciones del pasado.

No cabe duda que una democracia adulta y responsable exige que los partidos vayan más allá de las simplificaciones estériles para articular respuestas razonables a problemas complejos. Cuestiones prioritarias como son, por ejemplo, el fracaso escolar, la protección del territorio, la competitividad a largo plazo de la oferta turística, la regularización del alquiler vacacional, el necesario equilibrio entre el gasto público y la modernización del Estado del bienestar€ no pueden tratarse con trazos de brocha gorda en las redes sociales, ni depender de unas ocurrencias improvisadas. El Partido Popular ha sido y es la fuerza política mayoritaria en Balears desde el inicio de la democracia y, por eso mismo, todas y cada una de sus decisiones nos afectan de un modo especial. Nuestra sociedad precisa de un partido conservador que recupere el pulso ideológico, sepa ponerse al día y ofrecer un proyecto moderado, ilusionante, actualizado y creíble: un proyecto basado en ideas y discurso, no sólo en personalismos.