Diario de Mallorca

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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Nos persiguen

Hace años, en casa de un amigo, observé con sorpresa que había colocado una tirita sobre la cámara de su portátil. Le pregunté irónicamente si estaba herida y me dijo que no, que la había puesto para protegerse de posibles mirones. Como advirtió que no acababa de entender, me explicó que era relativamente fácil que alguien entrara en tu ordenador y empleara su cámara para observarte y observar las partes de tu casa expuestas a ella. Pensé, claro, que mi amigo se había vuelto paranoico y cambié de conversación. No obstante, empecé a mirar la cámara de mi portátil con desconfianza. Lo que hasta entonces no había sido más que un pequeño objetivo de cristal colocado en la parte alta de la pantalla, su fue transformando en un ojo que tomaba nota de las expresiones de mi rostro mientras escribía un artículo, encendía un cigarrillo para premiarme un buen párrafo, o hacía muecas de disgusto cuando no encontraba el adjetivo adecuado. Me volví paranoico y yo también y acabé tapando la cámara de mi ordenador con un pedazo de cinta americana.

Poco tiempo después me enteré de que el problema no era que mi amigo tuviera delirios de persecución, sino que la persecución existía realmente. En un telediario pusieron varios ejemplos de imágenes domésticas captadas por las cámaras de personas que se dejaban el ordenador abierto en cualquier sitio. En la cama, por ejemplo. Yo no lo utilizo en la cama, pero hay muchos internautas que sí. A veces se levantan y se van con él baño para cepillarse los dientes, mientras alguien, quizá desde Australia, observa todas esas idas y venidas como el que se asoma a una habitación a través del ojo de la cerradura. Ahora muy pocas cerraduras tienen ojo. Para soportar esa pérdida hemos abierto el Gran Ojo capaz de vigilarnos desde los teléfonos móviles, los aparatos de TV llamados inteligentes (gran paradoja), o la cámara del ordenador a través de la cual vemos a nuestra familia cuando salimos de viaje y nos conectamos a Skype.

Significa que mi amigo el paranoico tenía razón. Todos los paranoicos, tarde o temprano, la tienen porque, de un modo u otro, acaban logrando que les persigan. Y eso es, según las últimas revelaciones de Wikileaks, lo que hemos conseguido globalmente: llevar razón. O que nos persigan, no sé es peor.

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