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Matías Vallés

Ni un coche de alquiler más

Juan Ribó interpretaba Equus en el madrileño Teatro de la Comedia, con desnudo frontal incluido. El actor describía...

Juan Ribó interpretaba Equus en el madrileño Teatro de la Comedia, con desnudo frontal incluido. El actor describía los gritos escandalizados que proferían las piadosas damas situadas en primera fila, llevándose las manos a la cara. Curiosamente, eran las mismas señoronas que ya habían asistido a la función del día anterior. La sorpresa fingida de las beatas recuerda demasiado a la postura de la izquierda mallorquina, frente a las epidemias que asolan la isla. Una de las más mortíferas es la plaga de coches de alquiler que colapsa las carreteras durante la mitad del año. Que Dios maldiga al creativo que transformó los ghettos de sol y playa en una experiencia integral alrededor de Mallorca.

Si Cursach queda al desnudo en un juzgado de Instrucción, la izquierda mallorquina se lleva horrorizada las manos a la cara, como si no le correspondiera una parte alícuota en el engendramiento del monstruo. Si les hablas de saturación turística, los progresistas vuelven a dar hipidos con el rostro cubierto, simulando que acaban de descubrir un fenómeno ante el que reaccionarán con la parálisis de ordenanza. ¿Adivinan cuál es la respuesta del Govern cuando le han enterado de que las decenas de miles de coches de alquiler convierten el asfalto mallorquín en una trampa mortal? Manos al rostro, semblantes descompuestos, respuesta titubeante.

Nuestra campaña “ni un coche de alquiler más” tendrá el mismo éxito que la impactante “ni un ladrillo más”. De hecho, el Govern impresionable finge su interés por descongestionar las carreteras de una flota tramposa, que solo pretende ser exportada al extranjero sin IVA. Visto el éxito progresista en iniciativas similares, pónganse en lo peor. Los gigantes del sector ni siquiera están matriculados en Mallorca, con lo que los beneficios gruesos vuelan a Madrid y aquí se quedan los habituales salarios de miseria. El ordeño de Mallorca alcanzó proporciones desoladoras hace décadas, pero prosigue a buen ritmo. Los grititos horrorizados que escucha de fondo corresponden a la izquierda que en teoría nos gobierna.

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