Hoy, 8 de marzo, día internacional de la mujer, recordamos la lucha de tantas mujeres que a lo largo de la historia han alzado la voz por derrotar la desigualdad y la discriminación. Una conmemoración que es fruto de siglos de trabajo y sacrificio que, sin duda, han contribuido al reconocimiento de más derechos para la mujer.
Hemos avanzado mucho hacia la igualdad pero también somos conscientes de que nos enfrentamos a una carrera de fondo de larga distancia y que son aún muchos los kilómetros que nos separan de la meta deseada. Queda mucho por hacer, pero seguiremos recorriendo este camino sin descanso, paso a paso.
Pese a las mejoras conseguidas en los últimos años, aún hoy en día la mujer encara una situación de desigualdad solo por el mero hecho de serlo. Si, por ejemplo, hablamos de mujeres con discapacidad, la situación de desventaja social, educativa, económica y profesional es aún mayor.
Por ello, debemos trabajar conjuntamente para dar visibilidad a estas mujeres y proponer medidas que ayuden a mejorar la calidad de vida de todas las niñas y mujeres en Europa y en todo el mundo.
En la Eurocámara no cesamos en nuestro empeño para que las instituciones europeas y nacionales adopten una perspectiva de género y de discapacidad en todas las políticas e iniciativas legislativas. Nuestro objetivo es alcanzar la inclusión plena en la sociedad en igualdad de condiciones para toda la ciudadanía.
No abandonaremos nuestra lucha hasta conseguir que los gobiernos se aseguren de que las mujeres y las niñas con discapacidad sean iguales ante la ley y tengan derecho a la protección y los beneficios legales.
En esta carrera de fondo nos hemos topado con muchos obstáculos pero también hemos contado con la implicación de organizaciones como EDF, CERMI u ONCE cuyo empuje, fuerza y compromiso ha sido esencial para avanzar hacia la igualdad y lograr, en mi caso, que se aprueben políticas y leyes en el ámbito europeo que atiendan a las especiales necesidades de las personas con discapacidad.
Sin duda, una de las herramientas más potentes para derribar los muros de la doble discriminación es la educación inclusiva. La comunidad educativa juega un papel fundamental para ofrecer una educación de calidad y garantizar la igualdad de oportunidades a todas las personas. Pero la inclusión educativa debe perseguir objetivos más ambiciosos, obligando a poner en el centro de la acción a las personas que se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad, a aquellas que se encuentran en riesgo de exclusión social. Las personas con discapacidad deben ser, por tanto, una prioridad, y dentro de ellas, las mujeres, son su principal reto. Toda la sociedad tiene que tomar conciencia de que la educación es un instrumento decisivo de inclusión, la base sobre la que construir un mundo más justo.
En esta lucha que debe extenderse de una vez por todas a cualquier ámbito de la vida es preciso que Europa asuma de manera firme su papel y cumpla con la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad, ya que de esa forma se estará trabajando efectivamente para lograr la igualdad de las cerca de cuarenta millones de mujeres de la UE con discapacidad.
Queda un largo camino por recorrer pero estoy convencida de que es posible, ineludible ya, lograr estos avances y cruzar la meta de la igualdad, máxime cuando la UE ha señalado estos aspectos como estratégicos para los próximos años, al incluirlos en la Estrategia 2020.
Sigamos caminando juntos para lograr la inclusión plena de millones de mujeres y niñas de Balears, España, Europa y de todo el mundo que luchan cada día para que su discapacidad no se convierta en una barrera insalvable. Mujeres valientes, decididas y llenas de coraje que cada día nos dan, con su actitud y ejemplo, fuerzas para seguir trabajando duro con el fin de lograr un mundo más justo. Mi compromiso personal está con todas ellas. Pongámonos todos a su lado.
