Los medios de comunicación nos previenen de que el terrorismo yihadista se lleva a cabo a través de dos vías: las células organizadas, y los que son llamados "lobos solitarios del yihadismo". Estos últimos nos llenan de pavor por lo imprevisible de sus actuaciones, pues nunca se sabe cuándo ni dónde, contra quién ni cómo matarán. Cada vez que esto pasa, los medios llenan durante días docenas de páginas analizando los hechos, dando alternativas, denunciando carencias en la respuesta desde las administraciones públicas. Como una sola voz, la sociedad se planta ante este espanto.

El terror machista tiene un tratamiento muy diferente. Casi a diario sabemos que ha caído una red de pederastas, o de explotadores sexuales, o se juzga a un familiar por abusos de menores, o se denuncia una violación, o se contabiliza una nueva asesinada a manos de hombres que supuestamente las querían. También sabemos que hay miles de mujeres que sufren acoso sexual en el trabajo o malos tratos entre las cuatro paredes de sus casas. Todo esto se cuenta como acontecimientos diferenciados, pues la cifra de violencia machista es de proporciones tan enorme, que, si se contabilizaran todas las violencias machistas, sería muy difícil de digerir por la sociedad y se pondría a descubierto el sistema que lo posibilita. Por ahora no parece que vaya a pasar.

En su inmensa mayoría, siguen siendo feministas las que denuncian día a día las múltiples violencias que sufren las mujeres: física, sexual, psíquica, y simbólica y exigen cambios de calado en la ley integral contra la violencia de género del 2004, que sólo contabiliza aquella que se da en el ámbito de la pareja o ex pareja, quedando fuera todas las demás. En estos días hay un grupo de mujeres acampadas en Sol exigiendo medidas claras contra el maltrato, y hay convocada para el 8M una huelga internacional de mujeres con la consigna "Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras".

Pero nada cambiará, si no es con la firme determinación de la sociedad en su conjunto para acabar con esto. Demasiadas personas se muestran compungidas ante los asesinatos machistas, pero se ponen anteojos para no ver los estereotipos que nos inculcan a través de vehículos socioculturales que normalizan comportamientos que pueden fácilmente llevar a agresiones sexistas, no quieren entender que la estructura patriarcal se construye de frases, imágenes, mitos. Y de explotación dura y pura, pues si hay desequilibrio salarial es porque es importante que las mujeres estemos sometidas a nivel económico, porque demasiadas mujeres se acogen a trabajos de media jornada para poder cubrir las necesidades familiares que demasiados hombres no comparten, y en casos de separación no tenemos los recursos suficientes para sobrevivir, aunque aguantemos situaciones de violencia.

Cuando las feministas señalan las vías a través de las que se transmite el machismo, demasiados las tildan de "feminazis" sin que haya una repulsa social, dejando en la impunidad asociar la lucha pacífica por la igualdad con el mayor ejemplo de crimen a gran escala de la Historia. Y, sin embargo, nadie nombra como "machinazi" a aquellos que violan, golpean, asesinan. Comprobamos como muchos, incluidos los que pasan por sesudos analistas políticos, no les preocupa su desconocimiento en temas de igualdad, pero se permiten argumentar sin antes al menos buscar en google términos como "micromachismos". En esta línea va precisamente los grandes pactos sociales contra las violències masclistes que se ha puesto en marcha en nuestra comunidad y también desde el Consell de Mallorca.

Sabemos que buena parte de los derechos que gozamos hoy eran utopías en el pasado. Por eso debemos imaginar lo que hoy puede ser una utopía para que sirva de guía de la realidad futura. ¿Cómo sería si cada vez más hombres se unieran a los grupos de hombres contra el machismo, de esos que dicen "el silencio nos hace cómplices"? ¿Si se propusiesen cortar las cadenas de chistes misóginos negándose a repetirlos? ¿Cómo sería si en vez de prevenir a las chicas sobre posibles violaciones se les enseñara a los chicos desde pequeños a no ser violadores, a no pegar a las mujeres, a gestionar sus frustraciones de manera pacífica? ¿Cómo sería si se impidiese la utilización de los cuerpos femeninos como reclamo para todo tipo de comercio y ventas, incluido el turismo?

Lo que es seguro es que habría menos lobos solitarios, estarían más acosados frente a un numeroso grupo de hombres que les dirían "no en mi nombre, no con mi consentimiento, Me tendrás en frente de ti". Ante los lobos solitarios, antepongamos hombres que ya no callan, que no se sienten representados en el machismo, que se informan de qué y por qué hay que cambiar? y cambiamos entre todas y todos, la realidad que muestran los datos del Informe de la ONU en 2015: una de cada tres mujeres ha padecido alguna vez las dentelladas del maltrato físico o sexual y el autor vive en su círculo íntimo.

(*) Firma conjuntamente con Mae de la Concha García-Mauriño, diputada del Congreso; Margalida Quetglas, senadora de Podem por Mallorca; Laura Camargo, secretaria política y diputada de Podem Illes Balears; Cristina Gómez, vicepresidenta segunda del Consell de Menorca y Judith Romero Fernández, directora Insular de Igualdad del Consell d'Eivissa.

*Directora Insular de Igualdad del Consell de Mallorca