Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eduardo Jordà

Las siete esquinas

Eduardo Jordá

Fachas, catetos, chonis

En todos los conflictos civiles primero empiezan las burlas y los insultos, luego llegan las balas de verdad

España no hay nada más afrodisíaco que hablar mal del propio país y creer que nos ha caído encima una maldición bíblica por haber nacido aquí. Pero a veces -muchas veces- ocurren cosas admirables. Tras los atentados del 11M, por ejemplo, no hubo ni un solo ataque a la comunidad musulmana ni un solo asalto a una mezquita, aunque también es cierto que casi toda la ira popular, según nuestra tradición más arraigada, se concentró en acusar y casi linchar a Aznar y al PP. Pero bueno, esa es otra historia.

Durante los años de actividad de ETA, que fueron muchos, tampoco hubo burlas ni ataques contra los vascos en los medios de comunicación, ni en la televisión ni en las revistas ni en los periódicos, ya fuesen públicos o privados. No había nada más fácil, para contrarrestar el enfado de la gente tras un atentado y obtener mayores índices de audiencia, que difundir bromas y chistes ofensivos contra los vascos, haciéndolos pasar a todos por un hatajo de energúmenos proetarras. Pues no, no ocurrió nada de eso, cosa envidiable teniendo en cuenta que ETA estuvo en activo durante casi cuarenta años, los mismos que Franco se mantuvo en el poder, por cierto, lo que demuestra que ETA y el franquismo eran dos realidades simétricas y que no había nada más parecido a la barbarie franquista que la barbarie etarra. Y por último, en estos casi cinco años que ha durado el Procés catalán, tampoco ha habido burlas despectivas contra los catalanes en los medios de comunicación. Esas bromas hirientes -y cargadas de mal gusto- podrían haber salido muy rentables en términos de audiencia y marketing, pero no han existido, o en todo caso han sido muy escasas.

Todo esto tiene su importancia porque no hay convivencia posible si de algún modo no se actúa con frialdad y con mesura cuando hay motivos sobrados para hacer justo lo contrario. Hace veintipico años, en lo que antes se llamaba Yugoslavia -un nombre que la mayoría de jóvenes ya no saben lo que significa-, las televisiones y los periódicos de cada comunidad se dedicaban a insultar a los miembros de las demás comunidades que vivían en el país, al principio por el puro placer de provocar a los demás y de divertirse con las ofensas. Hasta que un buen día las cosas se pusieron feas y empezaron los tiros de verdad (eso ocurrió en 1991). Y cuando los enfrentamientos verbales -las bromitas, los chistes, las parodias, los juegos de palabras- degeneraron en tiros y en ataques armados, los medios de comunicación -sobre todo la televisión serbia- empezaron a inventarse crímenes que no habían existido y no dejaron nunca de manipular descaradamente las noticias para encubrir los crímenes de su propio bando. Eso es algo que ha ocurrido siempre en todos los conflictos civiles -primero empiezan las burlas y los insultos, luego llegan las balas de verdad-, pero solemos olvidarnos de estas verdades tan elementales. Los conflictos no estallan por una fatalidad inexorable. Antes se han incubado durante mucho tiempo en forma de cuchufletas y mentiras y parodias cargadas de muy mala intención.

? Estos días, en una de las cadenas de la televisión pública vasca, se ha emitido un reportaje en el que varias personas explicaban lo que era España para ellos. Muchos de los consultados -he visto el programa- contestaban muy satisfechos que España era un nido de fachas, catetos, chonis y progres, aparte de un país atrasado e ignorante que vivía en una especie de vergonzosa barbarie medieval. Bueno, vale, supongo que hay gente que opina esas tonterías, pero es peligroso que en una televisión pública, pagada también con dinero de todos esos fachas, catetos, chonis y progres, se digan estas cosas. Sobre todo porque el efecto contagioso es muy peligroso y puede empezar una competición entre todas las cadenas autonómicas por ver quién dice la burrada más grande para poner a parir al vecino. Por fortuna la gente de la calle no piensa para nada en estas cosas, pero es inquietante que haya gente que se crea con derecho a exponer estas ideas en una televisión pública.

Compartir el artículo

stats