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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Trump nos acompleja

Es una delicia contemplar cuántas vestiduras se están rasgando por aquí y por allá ante las medidas y los modos del novísimo presidente norteamericano. Se conocían. Muchas veces se tomaron a risa. Pero sobre todo la izquierda avioletada y la derecha silenciosa las despreció como típicas de un advenedizo en el universo político, tan necesitado de pedigrí pero también de curriculum a la hora de responsabilidades como las del amarillento Trump, que no se corta ni un pelo. Y no lo hace porque percibe muy bien que sus votantes están satisfechos del bofetón que administra "a los de siempre", quiero decir, a los de las cúpulas tan sospechosas. Y no pienso en Obama, al que siempre he admirado, antes bien, en esa estupenda leona política pero con tan malas amistades como es la señora Clinton.

Por lo tanto, además de que se lo pida el cuerpo, Donald Trump se mete en una harina que es la de su pueblo, la de tantísima gente norteamericana a la que importa un bledo cuestiones tan serias como las que está urdiendo su líder: lo que desea es que les den en el hocico a quienes les hundieron en donde se encuentra ahora mismo, sobre todo esas extensas y decisorias clases medias desde hace años bajadas de su pedestal histórico por los políticos de turno. Otra cosa es que dentro de unos meses comiencen a percibir que todavía les va peor, porque el populismo de Trump acabará beneficiando más y más a los más poderosos económicamente, como es de esperar dada su trayectoria. Tal vez entonces, los aplausos de sus incondicionales actuales se tornen en voces de desesperación ante el paraíso perdido. Pero de momento, mientras unos se desmelenan de acritud, otros se encuentran en la gloria. Los medios de comunicación no pueden perdonarse el haberse tomado un tanto a risas desmedidas el avance del hombre de rubio amarillento. Ni políticos del sistema ni mediáticos empedernidos consiguen vencer lo mucho que les acompleja este señor que manda y que les ha declarado la guerra con un descaro absoluto. Qué palo, amigos y amigas, qué palo.

Porque la verdad es que quienes nos dedicamos a estas tareas de información y de opinión en medios, sabemos que todo lo anterior es típico de una sociedad postverdadera, en la que no valen ni las conceptualizaciones sapienciales, ni los dogmas ideológicos, ni las razones macros. Nuestra sociedad, esa que hemos alimentado tantas veces sin apenas darnos cabida cuenta, ha llegado a ser absolutamente sensorial e icónica, y si un personaje como Trump dominó durante años, aunque sea desde el humor más basto, pantallas de televisión en horas de audiencia masiva, pues este señor acabará por erigirse en lo que le dé la gana? porque además tiene un dineral propio a disposición. Nuestro tipo de sociedad depende de quienes la alimentan espectacularmente. Entre el pan y el circo, pues de momento opta por el circo, esperando que el látigo del domador acabe por ofrecerle también pan. Trump es ese domador que fustiga a los leones clásicos, y el personal está satisfecho. Algo semejante, en las formas, a lo que consigue Pablo Iglesias en España. Algunos le aplauden por convicción, pero muchos otros/as porque les relaja un montón contemplar el descoloque que provoca en los políticos de siempre, él, tan descorbatado, tan autosuficiente, tan perfectamente dueño de sus tiempos oratorios y escenográficos.

Sí, la verdad es que muchos medios norteamericanos auparon, vía dólares, a Trump como personaje público y cómico, y al final se ha comido a los demás durante una campaña tan demagógica como eficacista. La que gustaba a tantísima gente en esa Norteamérica cuyas entrañas venimos contemplando en repetidas películas de estos últimos años. Wall Street humillada en su lujuria moral y económica. Y los grandes rotativos interrogados por su ambigüedad a la hora de posicionarse de verdad contra el dólar del señor de pelo amarillento. Cuando se juega con los valores, los valores se vengan de manera incontenible. Y quienes se abstuvieron, ahora purgan su puritanismo político sin remisión. Están en las calles: debieron estar en las urnas.

No basta, pues, dedicarnos a maldecir a Trump, porque así nada conseguiremos, aunque nuestros análisis puedan ser objetivos., Es necesario, y con urgencia, conseguir que sus votantes comprendan el gravísimo error cometido y los líderes de siempre ausculten más y mejor a sus pueblos. Y estas tareas pertenecen sobre todo a quienes ostentan el poder en tantos sitios y debieran prevenirse ante los posibles trumps que se les vienen encima. Porque los hay. Y hacerlo con claridad. Con fiabilidad. Con programas. Sin complejos.

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