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Buenos y malos

José Luis Pardo acaba de recordar en un artículo una gran obviedad: en democracia, sólo hay una razón por la que acaban gobernando "los malos": porque les votamos.

El caso de Trump es paradigmático: gran parte de la sociedad americana está horrorizada por tal elección, que ha hecho emerger lo peor de Estados Unidos, las ideas más rancias, los atavismos más temibles, muchos anacronismos que ya creíamos erradicados de Occidente. Se empieza a especular con la posibilidad de un impeachment que remedie la mala decisión, y el mundo cavila sobre el auge de los populismos, que parecerían ser ideologías importadas desde otro planeta que se transmitirían por contagio? Cuando la realidad es que Trump está donde está porque le votaron los norteamericanos, de forma que el problema no radica en el personaje sino en las razones que tuvieron quienes le han puesto ahí.

En otras palabras, la lucha contra lo que Trump es y representa pasa por combatir las razones oscuras que llevaron a muchos ciudadanos deprimidos, postergados, humillados, desoídos o atribulados a votarle. La victoria de Trump es pues un problema social, cultural y económico antes que político.

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