Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Dejen en paz a la Justicia

El ministro Catalá se ha caracterizado en los últimos días por emitir opiniones impertinentes en quien ocupa una posición tan delicada sobre la sentencia de Nóos o sobre el trabajo de los fiscales

No es exagerado decir que el régimen político ha sobrevivido a ciertas amenazas gracias a la Justicia, que ha sido capaz de mantener algunos de los grandes equilibrios en momentos en que los restantes poderes aparecían desarbolados. El papel del entramado judicial en la lucha contra el terrorismo fue ejemplar y contribuyó sin duda a la erradicación de aquella lacra, pero el poder judicial ha brillado sobre todo en la batalla contra la corrupción, frente una decadencia ética en que aparecieron con gravísimas responsabilidades los partidos políticos y las organizaciones sociales. En general, casi sin excepciones, la corporación de los jueces y los fiscales se ha ganado el respeto y la gratitud de la mayor parte de la ciudadanía porque todos tenemos la evidencia de que, pese a unas cadencias demasiado lentas a causa de la falta de medios materiales y humanos, la Justicia ha ido sancionando con rigor las actitudes intolerables de un conjunto de desaprensivos que han abusado de su posición y se han apoderado ilegítimamente de recursos públicos.

Es claro que estos jueces y fiscales han tenido que soportar presiones de todas clases, que han resistido en casi todos los casos con gran dignidad, pero también es cierto que la propia opinión pública les ha protegido, por lo que entre todos hemos hecho posible defender su independencia. Por eso resulta ahora inquietante la aparición de algunas injerencias que, como mínimo, son impertinentes. En concreto, ha sido desazonante que, tras un inexplicado relevo al frente de la fiscalía general del Estado, el nuevo titular, José Manuel Maza, haya propuesto la sustitución del fiscal jefe de Murcia, Manuel López Bernal, quien había acordado la polémica investigación judicial del presidente de la comunidad autónoma, Pedro Antonio Sánchez.

El relevo es inobjetable según las normas por las que se rige el ministerio fiscal, que conceden al fiscal general plena capacidad para organizar la plantilla como considere oportuno. Y tampoco es cuestionable la figura de quien sustituye a López Bernal, José Luis Díaz Manzaneda. Pero no todo lo legal es políticamente adecuado, y resulta indudable que cuando un fiscal tiene la gallardía de mantener una posición incómoda para el poder político, su superior debe apuntalarle y no reemplazarle porque el mensaje que lanza a la opinión pública tal sustitución es inaceptable.

Es, además, muy grave que mientras se produce este cambio -y algún otro tampoco fácil de entender- el ministro de Justicia ratifique su propuesta de modificar el enjuiciamiento criminal para que sean los fiscales y nos los jueces quienes instruyan los procesos. ¿Acaso se pretende llevar la discrecionalidad de que hoy goza la fiscalía en sus nombramientos también al terreno de quién ha de ser investigado y quién no? Porque en los países en que rige ese modelo, en el que el fiscal general es de hecho un miembro del Gobierno, la separación de poderes depende de la delicadeza democrática de los actores, y en nuestro caso este ingrediente no parece abundar.

El ministro Catalá se ha caracterizado en los últimos días por emitir opiniones impertinentes en quien ocupa una posición tan delicada: ha elogiado la sentencia del caso Nóos, ha aleccionado a los fiscales sobre la "excepcionalidad" de la prisión preventiva que se pudo haber decretado contra Urdangarin, ha criticado a unas fiscales que se negaron a exonerar al presidente de Murcia? El propio presidente Rajoy ha manifestado en público más de una vez su acatamiento incondicional a las decisiones judiciales y su cerrada negativa a comentar o valorar sentencias?. Debería aprender su ministro de Justicia este criterio que nos devolvería seguramente a la madurez.

De momento, los grandes procesos sobre la corrupción siguen su marcha, y algunos de ellos con una premiosidad inquietante (los del caso Pujol, en concreto). Tendremos que estar todos vigilantes para que los jueces no encuentren nuevos obstáculos en esta procelosa andadura.

Compartir el artículo

stats