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Valor de más

Para ser grande, para defender una causa en la que se cree con espíritu limpio, se debe ser una persona con probado valor, pues nadie con valor negará lo que está dispuesto a que sea objeto de su lucha

Me van a permitir ustedes que les plasme en estas líneas un diálogo, que obviamente no es producto de este escribidor; el escenario es el de una sala de audiencia de un tribunal de justicia; habla el fiscal y dirigiéndose al acusado le lee una nota: "La no cooperación tiene un objetivo, derrocar al gobierno, la sedición debe ser nuestro credo; no debemos dar cuartel ni esperar ninguno", y pregunta el fiscal: "¿niega usted haber escrito esto?". Responde el procesado: "En modo alguno, y le voy a ahorrar tiempo a este tribunal, manifestando ante su señoría, bajo juramento que hasta esta fecha creo que la no cooperación contra el mal es un deber". Y el Juez, observando al encausado, le manifiesta: "entiendo que conducirá usted mismo su defensa; a lo que la persona que permanece enfrentada al proceso contesta: "No tengo defensa su señoría, soy culpable de todos los cargos y si su señoría realmente cree en el sistema de leyes que administra en mi tierra, debe condenarme a la más severa pena". Fin de la cita, que diría el otro.

Sé lo que están pensando, pero no, ésta no fue la actitud del prohombre del catalanismo independentista en su declaración ante el Tribunal que le juzga; el referido diálogo ha sido convenientemente fusilado del guión que John Briley escribió para la película de Richard Attenborough, Ghandi, y quien de forma tan digna como cargada de valor, se conduce, es él mismísimo Mohandas Karamchand Ghandi, el consideraba que la norma que le regía era injusta e ilícita y simplemente pretendía su inobediencia, su cese, ni más ni menos. No se arredra ante las consecuencias de su actitud, no maquilla su postura tras visillos que tengan intención de desvirtuar su propia actuación, al contrario se enfrenta a ellas con gallardía, aunque sea arrostrando una condena de prisión; eso es grandeza.

La actitud del señor Mas, ante esa misma tesitura, fue mucho más práctica, más celtibérica, mal que le pese; no defendió la validez de su postura ante una, por él entendida, injusticia, cuando tenía toda posibilidad de prestarse a establecer la justicia de su causa; lo apropiado de haber llevado a cabo una actuación a favor de su causa, de su pueblo, aun cuando fuera ésta impropia o ilegal, pero en la que dice creer y ser digna de defensa, metiéndose para ello en aspectos técnico-jurídicos, de esa forma ha perdido una oportunidad manifiesta de ser considerado estadista para quedarse en funcionario al uso, más preocupado de resguardarse de los eventos que se le viene encima que de mostrar una conducta digna.

No es éste lugar para establecer los dimes y diretes de independencia si o independencia no, (José Rizal dudaba del porqué de la independencia si los esclavos de hoy iban a ser los tiranos del mañana), de si es conveniente o inconveniente, y no les niego que viviendo en un cárcel en forma de isla, cuya condición de aislamiento geográfico viene siendo premiado desde antiguo en la capital del Estado, con otro aislamiento, este económico-político-social, le asalta a uno la duda de si no sería mejor ser cabeza de ratón que cola de león, pero si el señor Mas consideraba que su causa es justa, debiera haberla afrontado con todas las consecuencias, de pie. Y es que para ser grande, para defender una causa en la que se cree con espíritu limpio, se debe ser una persona con probado valor, pues nadie con valor negará lo que está dispuesto a que sea objeto de su lucha. Pero el señor Mas no se ha comportado como el prohombre del catalanismo independentista que dice ser, sino más bien como un mero y funcional administrador de aquella. Prefirió decir qué bueno que él no sabía el alcance de la prohibición emanada del Tribunal Constitucional, que no le habían dado instrucciones precisas (un niño de cuatro años entiende cuando le dicen: nene, eso no se hace, y no se sorprende, si lo hace, que le caiga un pescozón, un soplamocos o un pasagonzalo), dice que si bien, al fin y al cabo, él fue el inductor, los que realmente llevaron a cabo la ejecución del acto fueron otros, los voluntarios. Una actitud, se mire como se mire falta de valor.

Y es que eso del valor tiene dos vertientes, puede ser entendido como aquella virtud de grandeza de espíritu ante la adversidad, que diría el clásico o como el simple valor que se les da a las cosas para su apreciación e intercambio; el señor Mas ha dado muestra de que carece del primero y tiene mucho aprecio al segundo referido a su persona, se valora demasiado a sí mismo para mostrase valeroso. El señor Mas ha preferido ser el MVP, el jugador más valioso a ser una persona de valor probado ante su gente, qué pena. Me permitiré de nuevo citar a Rizal, tenido por padre de la independencia filipina: "Solo se muere una vez, y si no se muere bien, se pasa una oportunidad que quizá no se vuelva a presentar". El señor Mas prefiere sobrevivir.

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