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Tribuna

Nuevos desafíos

as democracias liberales occidentales son las mejores sociedades que jamás hayan existido, aunque no sean perfectas. En Occidente, casi todos los habitantes tienen una calidad y esperanza de vida que son la envidia de otras sociedades.

Sin embargo, y sobre todo en las últimas décadas, es una falsa edad de oro basada en el endeudamiento y una insostenible burbuja de crédito, apoyada en un sistema financiero que calculaba los riesgos con errores demenciales. Pero no sólo los banqueros han incurrido en codicia, visión a corto plazo y economía fantasiosa. Las burbujas de crédito y de activos no se produjeron sin la colaboración de la gente en general, a través de la contratación de créditos y el aumento del gasto, la apuesta al alza de los precios de los activos y la colocación entre paréntesis de la regla, nunca falsa, pero nunca popular, de que todo lo que sube tiene que bajar.

Muchas empresas han sido arrastradas a la bancarrota y a la quiebra. Se ha agravado el pago y mantenimiento de las pensiones del servicio público, la polarización política y la salida a la luz de los casos de corrupción y fraude. La crisis sigue teniendo, años después, efectos devastadores sobre la mayoría de las empresas y familias del mundo.

La historia de la humanidad muestra que las crisis financieras han sido un hecho constante durante siglos. Se conocen crisis financieras o bancarias en diferentes países del mundo desde hace 800 años.

Ya en 1637, en Amsterdam, tuvo lugar una de las primeras burbujas, conocida como de los tulipanes, flores no conocidas en Europa occidental. En 1720 hubo otra burbuja, la de la South Sea Company. En esta burbuja llegó a invertir Isaac Newton, el más importante científico de los siglos XVII y XVIII. Cuando perdió casi todo su patrimonio dijo: "He logrado predecir el movimiento de los astros, pero no la locura de las masas".

Coincidente con la anterior fue la de la Mississippi Company, en 1719, un holding del financiero escocés John Law, excelente matemático que utilizó su conocimiento de la teoría de probabilidades para especular en los mercados. Previamente a la crisis actual no se tuvieron en cuenta las aportaciones de los premios Nobel de Economía 2001, George Akerlof, Joseph Stiglitz y Michael Spence, así como las de Maurice Allais, premio Nobel 1988, ni las de Daniel Kahneman y Vernon Smith, premios Nobel de Economía 2002. Basaron sus aportaciones en las inconsistencias, ineficiencias y fallos de los mercados financieros e incidieron en que los agentes, inversores y operadores tienden a mostrar una racionalidad limitada en general, pero especialmente limitada en situaciones de incertidumbre elevada.

La crisis financiera actual, la más grave desde la Gran Depresión, vuelve a demostrar que la condición humana está sujeta a impulsos, motivaciones y tentaciones, y que la naturaleza humana emocional es más importante y relevante que los modelos matemáticos. Se confundió el riesgo, calculado a partir de formulas matemáticas sobre expectativas racionales, con la incertidumbre basada en emociones y en el comportamiento irracional de grandes grupos de gente.

Se tiene inclinación a pensar, antes de cada crisis, que "esta vez es diferente" y que no volverán a reproducirse las crisis financieras. ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Qué ha sido diferente en este caso?

Creo que es fundamental entender el clima que siguió a la victoria del mundo capitalista sobre el comunismo, la caída del muro de Berlín, la caída (desintegración) de la URSS y el fin de la guerra fría (1992). Estos acontecimientos reforzaron una situación de cambio y fueron precursores esenciales para el futuro. Aparecía entonces una única vía en el mundo de la economía. Aquélla dirigida hacia el libre mercado, las políticas desreguladoras de la economía y del sector financiero, hegemonía mundial del nuevo y único sistema político-económico, globalización y nuevo orden económico mundial.

Esta versión del nuevo capitalismo se extendió a todo el mundo. La fórmula implica: la liberalización de los mercados, la desregulación de la economía / sector financiero, la privatización de muchos bienes / servicios del Estado, menores impuestos, mínimo gasto público posible. La implementación de estas políticas tiene como resultados importantes crecimientos del PIB, pero también de la desigualdad; ciclos de boom y bancarrota (el mayor boom en 70 años condujo al mayor crack).

Esta clara supremacía y hegemonía de un único sistema político-económico permitió que el sistema financiero quedara desregulado y fuera de control. De 1973 a 1985 el sector financiero nunca obtuvo más del 16% de los beneficios empresariales nacionales. En la década hasta 2010 llegó al 41%.

Actualmente, y cuando las economías empiezan a recuperarse lentamente, sin haberse resuelto algunos de los problemas más importantes, sobre todo en Europa, nos encontramos con un nuevo desafío y un nuevo elemento de incertidumbre: el cambio de presidente en los Estados Unidos. Sus anunciadas políticas de rebajar impuestos, importantes inversiones en infraestructuras y desregulaciones financieras pueden traer un boom en el consumo privado y un notable crecimiento de la economía y los salarios.

Pero si el programa se lleva a cabo de manera insatisfactoria, puede dañar seriamente el potencial productivo de la economía: los precios pueden subir rápidamente y la Reserva Federal tendrá que subir los tipos de interés; el dólar se revalorizará y los países que han amasado grandes cantidades de dólares pueden sufrir severamente, y cualquier inestabilidad resultante de ello repercutirá de vuelta en Estados Unidos. Otros peligros pueden venir de los conflictos en el comercio exterior con China, Alemania y México, que pueden crear un notable daño al fenómeno de la globalización, que la propia América creó después de la Segunda Guerra Mundial.

En el área geopolítica, las relaciones bilaterales pueden sufrir seriamente, después de los desprecios a la Unión Europea, China, México y otros. Las relaciones entre estados no son negociaciones empresariales, y las alianzas que se crearon durante años pueden debilitarse en unos meses. Los presidentes desde la Casa Blanca pueden contribuir a la estabilidad y progreso económico y social mundial, haciendo mucho bien, pero también un inmenso daño.

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