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Antonio Papell

Podemos se confina a la izquierda

Pablo Iglesias ha arrasado en Vistalegre II. La suposición de que Podemos estaba fracturado por la mitad ha resultado errónea en el último momento, ya que probablemente las invocaciones a la unidad han perjudicado al errejonismo. Iglesias ha logrado una victoria rotunda tanto en las votaciones de los documentos político organizativo, ético y de igualdad cuanto en las de la secretaría general (89%) y el comité ciudadano (60%). Con estos resultados, se ha evitado la crisis -Iglesias habría dimitido si hubiera obtenido menos consejeros que Errejón y este no hubiera aceptado en este caso el liderazgo del partido- pero Podemos se escora hacia la izquierda, se confina en el espacio que ya ocupaba Izquierda Unida -que tiene la clientela que tiene con un techo muy bajo„ y el PP sale objetivamente fortalecido ya que con la potenciación del liderazgo de Iglesias se descarta una hipotética coalición PSOE-Podemos a corto y medo plazo, que hubiera sido en cambio verosímil si Pedro Sánchez alcanzase la secretaría general del PSOE en las próximas primarias socialistas y si Errejón se hubiera impuesto, si no con el liderazgo, sí con una fuerza decisiva.

Cuando las relaciones personales se deterioran más allá de determinado punto, las organizaciones se degradan y pierden vitalidad. Esto es lo que ha sucedido con Podemos, un partido singular que se ha roto aparatosamente. La historia es conocida: tras las elecciones del 20D, Podemos tenía dos opciones: prestarse a facilitar la gobernabilidad auspiciando el tripartito PSOE-Podemos-Ciudadanos o negarse radicalmente a ello, forzando unas nuevas elecciones y estableciendo una alianza con Izquierda Unida, patrocinada por Julio Anguita, símbolo de la extrema izquierda poscomunista. Iglesias impuso esta segunda opción, que no agradó al sector de Errejón, quien veía cómo se desvanecía la transversalidad original de Podemos: con aquel pacto, los moderados que habían apoyado a Podemos provenientes de partidos centristas dejarían de hacerlo. Y prueba de que Errejón tenía razón fue que no tuvo lugar el sorpasso: la suma de Podemos e IU perdió más de un millón de votos el 26J con respecto a los logrados el 20D.

Aquella disputa entre integración y radicalidad, entre oposición parlamentaria y movilización en la calle, se ha mantenido intacta, y en los meses de gobierno Rajoy las concesiones de este -como la subida relevante del salario mínimo- han sido arrancadas por Ciudadanos y por el PSOE. Podemos no ha tenido papel alguno en este periodo.

Puede en definitiva afirmarse que el intento populista original, de tintes chavistas -no del Maduro actual sino de los primeros tiempos de Chaves, cuando todavía había algún atisbo de idealismo en aquella aventura- se ha clausurado en Vistalegre II. Todo indica que Iglesias fortalecerá ahora su radicalismo antisistema, impulsará su propuesta de revisión del modelo constitucional, confraternizará con Garzón en el regreso a las conocidas utopías que ya redujeron a IU a una formación testimonial. Porque, además Iglesias tiene gran predicamento entre los suyos pero genera un rechazo muy intenso en las clientelas de los demás partidos, por lo que es previsible que Podemos experimente una reconcentración centrípeta que lo empequeñecerá, sobre todo si el PSOE acierta en ocupar el espacio político que ha abarcado hasta ahora y que le corresponde mantener.

En definitiva, lo sucedido en el congreso de Podemos fortalece a la extrema izquierda, deja sin socio al centro-izquierda socialista que no puede contar con un gobierno de coalición con Iglesias, afirma la estabilidad del Gobierno actual -el PSOE se verá impulsado cada vez más a contribuir a ella mediante pactos con contrapartidas-, Errejón tendrá serias dificultades para desempeñar un papel significativo en Podemos (conociendo a Iglesias, no sería extraña la salida de Errejón), y la legislatura agotará previsiblemente los cuatro años.

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