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Juan José Millas

Tierra de Nadie

Juan José Millás

Nada interesante

He aquí que hace poco, en el transcurso de un congreso de cardiología celebrado en Asturias, un paciente murió a la vista de los 150 médicos inscritos mientras se le implantaba una válvula aórtica a través de un catéter. Un coágulo mandó al traste el espectáculo médico, que se retransmitía a través de una gigantesca pantalla de plasma. El paciente, pobre, tenía 86 años y quizá era la primera vez que salía en la tele. En la tele pasan pocas cosas, de ahí que cuando ocurra algo se convierta en noticia. Me lo decía el martes un amigo morboso con el que me tomaba un gin tonic en la terraza de un bar con estufas eléctricas.

-Yo cambio de canal cada poco para ver si a alguien le ocurre algo en directo.

-Algo como qué.

-No sé, un atragantamiento, una lipotimia, un ataque de angustia.

A mi amigo morboso le parece que en un aparato que funciona 24 horas al día, siete días a la semana, deberían ocurrir más accidentes. No comprende que un telediario llegue a término sin que se haya desprendido un foco del techo. Por lo tanto, más que escuchar lo que le pasa al mundo, su atención se centra en lo que les ocurre a los periodistas que cuentan lo que le pasa al mundo.

-Y nunca les ocurre nada -añade con tono de sospecha, como si ese no ocurrir fuera el resultado de una conspiración.

Le digo que hay un modo de leer novelas semejante a la forma en la que él ve la tele, es decir, no atendiendo a lo que el narrador cuenta de los personajes, sino a lo que nos relata de sí mismo.

-¿Por ejemplo? -dice.

-No sé -digo yo-, si el narrador asegura que cuando el protagonista salió a la calle hacía una tarde velazqueña, cabe suponer que conoce a Velázquez y que quizá ha estado en el Museo del Prado. Sin querer, te acaba de contar algo de sí mismo.

Mi amigo morboso asiente con la cabeza y pregunta si podría darse el caso de que el narrador muriera o fuera asesinado antes de que acabara la novela. Le digo que sí, aunque con expresión dubitativa, y él hace un gesto de desesperación, como si tampoco en las novelas sucediera nada de interés.

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