entonces llega ese fatídico día en el que vuestro hijo os sienta en el sofá, os pide que respiréis profundo, que contéis hasta diez (un par de veces, que la cosa es seria) y os suelta la mala nueva: "Papá, mamá, ¡quiero ser político!".

En ese desdichado momento a cualquier padre se le pasan por la cabeza un millón de imágenes que nadie debería borrar nunca de la mente: gúrteles, eres, pujoles, palmaarenas, mordidas, unionesmallorquinas? y un largo etcétera de personas entrando esposadas en los calabozos. Esa, desgraciadamente, es la primera idea que se tiene de los políticos.

Una vez pasado ese primer mal trago, unos padres, como no puede ser de otra manera, pensarán en su hijo, en su salud, en que no le pase nada y recordarán con preocupación las manifestaciones, los escraches, puñetazos, bombas lapa, a Miguel Ángel Blanco? y cantidad de veces que se le han tirado huevos, sartenes y hasta piedras a nuestros representantes públicos. Todo vale, parece.

Finalmente, y con esa mezcla de obligación paternal, indignación y tristeza, unos padres reflexionarán sobre la "presunción de culpabilidad" de los políticos. Esa obligación de demostrar la inocencia después del escarnio público en lugar de que en un juzgado se deba demostrar la culpabilidad de uno. Esa difícil tarea de limpiarse la cara después de que el pópulo exija que se clave la cabeza en una picota en la plaza del pueblo.

De eso va la política hoy en día. Como sabéis, se trata de una profesión de riesgo. Y es frecuente que la gente piense que todo esto "va en el sueldo". Pero me van a permitir que les diga que no puede ser así. No todo debería "entrar en el sueldo".

¿Se imaginan que fuera su hijo el que se pasara 72 horas en un calabozo? ¿Que fuera su padre, su madre, su hermana o su amigo el que saliera día sí, día también en las portadas de los periódicos? ¿El que estuviera en boca de todos en las comidillas de las cafeterías? Pues ahora imagínese que, después de las investigaciones pertinentes, no hubiera hecho nada. Que pasa a menudo, aunque no lo lean en los diarios. ¿Qué creen que sucede el día después? Yo se lo voy a decir: "Cuando el río suena?". Esa es la imagen que se le queda a la gente.

Aquí estamos acostumbrados a que, en el caso de los políticos, se deben pasar dos juicios. Uno en los juzgados, con sus fiscales, acusaciones particulares y jueces y otro popular, el de la calle, el de tu comunidad de vecinos, compañeros de trabajo y pseudo-amigos varios que emiten juicios de valor, muchos con escaso o nulo criterio objetivo.

Y a alguno se le escapará esa media sonrisa traicionera pensando en que como miembro de un partido, "me toca" hacer este tipo de declaraciones para salvaguardar la imagen de algunos colegas de profesión. Pues quiero dejar claro que me repelen los ladrones tanto como a usted, me horroriza pensar que compañeros, políticos o funcionarios, puedan haberse lucrado ilegalmente y, como decía aquel, me da asco que por culpa de algunos sinvergüenzas, los políticos seamos los más repudiados en la faz de la tierra.

Pero desgraciadamente para todos aquellos que condenan a los políticos mucho antes de que lo haga la justicia siquiera, quiero destacar que han sido muchísimos, a lo largo de muchos años, los imputados que tras las declaraciones e investigaciones han sido puestos en libertad sin cargos y la causa sobreseída. Totalmente limpios. Pero ninguna portada en ningún diario. Esa información carece de valor sensacionalista (¡perdón! Quería decir periodístico).

Y aún así, o precisamente por eso, rompo una lanza a favor de todos aquellos que, pese a todo, siguen sentando a sus padres en un sofá para decirles que, de mayores, quieres ser políticos.